Hasta hace poco se esperaba que este fuera un buen año para la economía global. Ahora, por el covid-19, ese optimismo está en entredicho. En Brasil, por ejemplo, el FMI proyectó en enero un crecimiento de 2,2 por ciento para este año. Ahora se habla de una cifra cercana a la del año pasado, que fue de 1,1 por ciento. Según el ministro de Hacienda, el responsable es el coronavirus.
Aunque ayer se supo que el virus llegó a nuestro país proveniente de Italia, la verdad es que hemos tenido suerte en el frente epidemiológico. Para minimizar su contagio es necesario multiplicar la capacidad del sistema de salud para realizar las pruebas de laboratorio en una escala que no conocemos, lo cual requiere coordinación y recursos.
Pero si el virus se demoró, los coletazos económicos del coronavirus no se hicieron esperar. Tanto así que el Gobierno y el Banco de la República tendrán que actualizar sus supuestos y proyecciones –e incluso ir preparando un paquete de choque para enfrentarlo–.
Las empresas también tendrán que revisar sus presupuestos. No se trata de ajustar algunas variables –como el precio del petróleo y la tasa de cambio–, sino que es indispensable construir diferentes escenarios ante la incertidumbre reinante hoy en día, agravada por la geopolítica, donde surgen grandes interrogantes. Por ejemplo, ¿cómo responderá Trump frente a Venezuela ante el riesgo de perder la Casa Blanca? ¿Pondrá a Colombia a la defensiva por causa de la llamada ‘guerra contra las drogas’, como pareció entreverse en la inoportuna reunión de esta semana con el presidente Duque? ¿Se endurecerá la guerra comercial? Nada de esto se sabe, pero lo cierto es que el rango en el que se pueden mover las variables económicas es mucho más amplio de lo usual.
Aterrizando en nuestra realidad, hace escasas cuatro semanas el Ministerio de Hacienda presentó su plan financiero 2020, que es una especie de carta de navegación para el manejo de las finanzas públicas. Las cuentas del Gobierno están hechas con un precio por barril de petróleo (Brent) de 60,50 dólares y una tasa de cambio de 3.367 pesos por dólar para este año. Estas dos cifras perdieron toda vigencia en cuestión de días.
El petróleo se cotizó ayer a 46 dólares por barril, y la tasa de cambio rozó los 3.600 pesos por dólar. Varios de mis colegas en el Centro de Política Energética Global de la Universidad de Columbia consideran que el petróleo puede bajar aún más. ¿La razón? Al mercado petrolero le están sobrando 2 millones de barriles por día. Según las imágenes satelitales, varios países importadores, como China y Corea del Sur, han estado acumulando inventarios a un ritmo acelerado, lo cual ha compensado la menor demanda después del coronavirus. Pero los depósitos tienen una capacidad límite que ya se está copando.
El precio encontrará un piso cuando se reduzca la producción. Ni la Opep ni Rusia lo van a hacer. Van a esperar a que sean los bajos precios los que se encarguen de sacar del mercado una parte de la producción de Estados Unidos, que tiene mayores costos. Pero esto no ocurre de un día para otro.
Como si esto fuera poco, la Ocde estima que las cuarentenas y las restricciones de los viajes, así como la interrupción de las cadenas globales de producción y la falta de confianza de los consumidores, reducirán el crecimiento de la economía mundial este año a 2,5 por ciento, frente al 3 por ciento que proyectaba en noviembre pasado. Pero si el coronavirus sigue expandiéndose, el crecimiento será de solo 1,5 por ciento, afectando a todas las regiones del mundo, incluyéndonos a nosotros.
Así como el virus entró a la etapa 2 sin que exista una vacuna, en materia económica tampoco existe el antídoto perfecto. Sin embargo, el Gobierno y el Banco de la República no se pueden quedar cruzados de brazos. Lo más probable es que las exportaciones sigan cayendo este año, lo que debe ser compensado por la demanda interna. Para no agravar el creciente déficit externo, que puede superar el 5 por ciento del PIB, ni acelerar la inflación, que ya está muy cerca del 4 por ciento, el Banco de la República no va a querer bajar las tasas de interés. El Gobierno debe convocar al comité de la Regla Fiscal y pedir de frente y sin rodeos el espacio fiscal para un plan de choque, moderado en tamaño pero efectivo en resultados. Ya no hay excusa para seguir postergándolo.
Mauricio Cárdenas