¿Cómo salvar más vidas sin destruir la economía? Esa es la fórmula que busca el mundo entero ante una situación sin precedentes, que mientras nos obliga a cavar trincheras frente a un enemigo común, como en las dos guerras mundiales, exige a la vez preservar la economía que llevó siglos construir. A pocas semanas de iniciada la batalla contra el virus, convergen ya voces de entidades, expertos y datos esperanzadores, como los del mapa de la Universidad Johns Hopkins, que por primera vez muestra la curva aplanarse y enseña que donde se actúa con solidaridad, individual y colectiva, la esperanza reemplaza el caos.
Estudios del Imperial College y Oxford, en Inglaterra, y de Harvard y Columbia, en Estados Unidos, plantean que se sustituya el confinamiento total por uno selectivo. Paul Romer, médico, premio Nobel de economía, y su colega de Columbia Pablos-Mendez convergen en que vida y economía sana son compatibles y que mientras como sociedad tenemos la obligación moral de proteger la vida, lograrlo no implica destruir la economía.
Un reciente estudio de Oxford indica que el 50 % de la población del Reino Unido estaría infectada, que el 99,99 % de ese grupo sobrevivirá, y plantea el regreso gradual a la vida normal, pues la “inmunidad de rebaño”, como al parecer sucedió en Wuhan, donde el 86 % de los contagios no fueron detectados/reportados y, aun así, la curva se aplanó, funciona. Si la gente joven enferma, sería altísima la probabilidad de que mejore en 1-2 semanas y salga a incrementar la inmunidad de rebaño.
Vida y economía sana son compatibles y que mientras como sociedad tenemos la obligación moral de proteger la vida, lograrlo no implica destruir la economía.
Bajo dos estrategias complementarias, estudios y expertos recomiendan virar hacia una política que limite la dispersión del virus y permita a la gran mayoría retomar sus actividades: La primera, soportada en test eficaces para que el aislamiento social sea selectivo. La segunda, en equipos de protección que prevengan el contagio y así, tanto quienes no lo han sufrido como quienes se recuperaron regresen a trabajar.
Las cuarentenas decretadas el 20 de marzo y el 6 de abril son un acierto del Gobierno, como lo son también las medidas de la Dian, los decretos de emergencia, las generosas donaciones de los Santo Domingo, L. C. Sarmiento, Pro-Antioquia y tantas personas, que prueban que hay solidaridad, tejido social, Estado, objetivos comunes y agilidad, pero es necesario atender, y pronto, las ominosas advertencias de Romer:
“Un acercamiento con política fiscal en la escala que requerimos para evitar una depresión requerirá trillones de dólares de gasto gubernamental. Invertir en equipos de protección y test sería, de lejos, menos costoso y una mejor manera de estimular la economía que donaciones y transferencias... Si mantenemos nuestra estrategia actual por 12 a 18 meses, basada en distanciamiento social indiscriminado, la mayoría de nosotros seguiremos vivos. Será nuestra economía la que estará muerta”.
Paradoja y punto de inflexión: en la aldea interconectada en que vivimos, la única voz global que se escucha es la de los líderes espirituales. El papa Francisco y el Dalái Lama claman por que el mundo actúe desde la compasión, mientras que la voz del presidente de EE. UU. no trasciende sus fronteras, la Unión Europea solo puede con sus crisis, Asia actúa y calla. Pareciera que la única voz universal es la de la compasión, ¿la voz de Dios? ¿Confirmará el futuro cercano el punto de inflexión que señala como del siglo 15 al 19 dominó Europa, en el 20, USA y que el 21 será del Asia?
P.D. 1. Solidaridad digital. En horas laborales y académicas, limitar envíos innecesarios de videos, juegos, fotos para que la redes no se atasquen. Y los operadores, que sean generosos con los anchos de banda; se puede, ustedes saben.
P. D. 2. Los medios tradicionales, con salas de redacción veteranas, críticas y ponderadas, han probado de lejos el carácter fundamental que tienen en la construcción y preservación de la sociedad en que vivimos.
Mauricio Lloreda