La democracia más antigua del mundo vive momentos muy difíciles. No solo por la pandemia, tan mal manejada por el ignorante señor Trump, sino por los brotes supremacistas, fascistas y negacionistas que salieron a la luz del mundo tras la sedición ocurrida hace unos días en el Capitolio blanco.
Las muestras de racismo violento también le dieron la vuelta al planeta. No quiero decir con ello que esto no suceda en un sinnúmero de países. No, lo grave es que está ocurriendo de manera alarmante en la llamada cuna de la democracia.
La ignorancia, en el país considerado más educado del mundo, llega a niveles insospechados. Dejando de lado las dos costas, en los estados del centro, o las grandes llanuras, el oscurantismo es apabullante.
Cientos de miles creen que la Tierra es plana, niegan radicalmente las teorías de Darwin y la única verdad es Dios, sin saber quién es y mucho menos haber leído la Biblia. Pues, de haberlo hecho, sus creencias se desmoronarían.
Basta con ver los billetes de dólar, que llevan como lema ‘In God we trust’, en Dios confiamos. La república en manos de un Dios desconocido y manipulada por grandes corporaciones religiosas que azuzan a su antojo a unos seres que desconocen que el mundo es ancho y ajeno. Basta con recordar a Bush junior, que estaba asombrado de que en Europa la hora cambiaba con respecto a la que él conocía de su natal Texas.
Además de lo anterior, los estadounidenses deberían reconsiderar su sistema electoral. Las elecciones indirectas, vía colegios electorales, son una pesada carga para su supervivencia como democracia.
El Congreso de Estados Unidos fue tomado por una manada de locos a quienes les faltó poco para ser asesinos, aunque hubo cinco muertes como resultado de su bárbara sedición.
Dice el escritor Mario Mendoza, de manera aguda: “Estados Unidos no es nuestro futuro. Nosotros somos el futuro de ellos”. Van, de la mano de Trump, pato Donald y tío rico a la vez, camino a convertirse en una Banana Split Republic.
Amanecerá y veremos, pero veo lejos el día en que se apacigüen los ánimos desatados por el señor que los incitó. Pensemos en los 75 millones que votaron por él a pesar del desastroso gobierno que dirigió. En la reflexión ‘we trust’.
Probablemente la elección de Biden no represente un gran cambio al respecto. Sin embargo, es un respiro.
MAURICIO POMBO