En un mes el presidente Gustavo Petro cumplirá su primer año en la Casa de Nariño, el primer año de un mandatario de izquierda en la historia del país. A estas alturas, dos cosas están claras: la primera, que el balance del Gobierno es pobrísimo; y la segunda, que al país le puede salir muy caro desperdiciar tres años más sin que Petro ajuste el rumbo.
Para ello necesita cumplir un decálogo de tareas, una lista de diez deberes sin los cuales seguirá con un mandato despelotado e ineficaz, con un alto costo para él y para Colombia. Va la lista de mandamientos:
1) Trabajar más, estudiar más, enterarse más de los temas, profundizar en ellos, en vez de seguir con la superficialidad que lo ha caracterizado, y que lo lleva a cometer elementales errores por falta de información.
2) Escuchar, sobre todo a quienes piensan diferente, lo mismo fuera que dentro del Gobierno. Si en el Ejecutivo no hay un buen nivel de debate interno, siempre faltará reflexión y abundarán los errores.
3) Aprender del pasado en asuntos como la ‘paz total’: la historia nos enseña que la zanahoria sin garrote solo trae más violencia y más muerte, pues si la mano tendida del Gobierno es blandengue y no firme, los grupos criminales se envalentonan.
4) En sus ambiciosos proyectos de reforma –salud, pensiones, trabajo, y ahora servicios públicos–, el Presidente debe buscar consensos más allá del petrismo, que no tiene mayorías en el Parlamento. Eso implica ceder, renunciar al radicalismo que huele a estatismo ineficaz y trasnochado, y acordar textos donde primen la moderación, la búsqueda de eficiencia y el deseo de acertar, antes que esa ideología de vieja izquierda, de comprobado fracaso en la historia, como lo demostró la caída del muro de Berlín, de la que Petro se lamenta.
5) El Presidente debe dejar de incendiar el ambiente a punta de trinos irreflexivos, donde abundan las ideas improvisadas, tanto como la floja ortografía y la dudosa gramática. Menos Twitter, más análisis y más trabajo riguroso.
6) Petro debe dejar de atacar a los medios de comunicación: sus rabietas contra los periodistas denotan la intolerancia típica de los autoritarios, y hablan muy mal de las convicciones democráticas del Presidente. Los trinos sin previa reflexión y los ataques a los medios hacen que, cada día, Petro se parezca más a Donald Trump.
7) El Presidente debe acostarse a dormir más temprano, para poderse levantar al amanecer. No es un tema menor: en este país, el primer mandatario debe estar disponible –y lúcido– desde los primeros minutos del día.
8) Petro debe dejar de culpar a los demás de sus propios errores y de los de su gobierno. Esa manía de recurrir al “yo no fui” impide la reflexión autocrítica, vital para la buena gestión.
9) No coincido con quienes critican que viaje tanto al exterior, pues esa es una necesidad de los mandatarios de hoy en día. Pero en los viajes, en vez de tanto discurso especulativo y estratosférico de esos en que se nota que a él le encanta escucharse, debe privilegiar los resultados, los acuerdos comerciales y de inversión, y el apoyo concreto –y no de palmaditas en la espalda– a temas como la transición energética.
10) También –y muy importante–, Petro debe proteger su salud, alimentarse mejor, limitar a mínimos los consumos festivos, en fin, cuidarse: su mente solo estará sana si su cuerpo lo está.
Puedo imaginar la angustia de quienes profesan ideas de izquierda, en especial de quienes entienden que hoy la izquierda no puede ser sinónimo de estatismo y de destrucción de riqueza y empleos, sino de un orden social más justo, donde la generación de riqueza produzca los recursos para sacar de la pobreza a los necesitados. Puedo imaginar su angustia al pensar que si lo de Petro sigue como va, harán falta otros 200 años de vida republicana para la siguiente victoria de la izquierda.
MAURICIO VARGAS