Hace 28 años exactos, a inicios de agosto de 1995, Santiago Medina, extesorero de la campaña del presidente Ernesto Samper, destapó ante la Fiscalía que esa candidatura había recibido seis millones de dólares del cartel de la cocaína de Cali, que le permitieron ganar la elección. La bomba hirió en un ala a Samper y, aunque no se cayó, su deslegitimado gobierno pasó tres años dedicado apenas a sobrevivir.
Las revelaciones de Nicolás, hijo del presidente Gustavo Petro, sobre el ingreso a la campaña de su padre de miles de millones de pesos de un exnarco y de varios contratistas del Estado –dineros no reportados en las cuentas de la campaña– tienen desde ya el mismo efecto y paralizan al actual gobierno, de por sí bastante empantanado.
Es cierto que los dineros de los capos de Cali lucían más escandalosos que los aportes detallados por Nicolás. Pero Petro enfrenta el escándalo desde una posición muchísimo más débil que Samper, quien salió el viernes a respaldarlo (solidaridad entre pares).
Con sus índices de desaprobación en las encuestas en torno al 60 %, sin mayorías sólidas en el Congreso, y con una relación maltrecha con las altas cortes por sus desplantes hacia los magistrados, Petro camina sobre suelo quebradizo.
A diferencia del mandatario actual –hundido desde hace meses en los sondeos–, la popularidad de Samper solo cayó con el escándalo. Además, él siempre cuidó sus relaciones con las altas cortes.
Más importante aún es que Samper mantuvo sólidas sus mayorías en el Congreso. Por eso ganó el pulso político: en junio del 96, la Cámara rechazó –por 111 votos contra 43– la posibilidad de llevarlo a juicio ante el Senado. Perder esa votación habría sacado a Samper del cargo.
Agrava más las cosas para Petro que el acusador sea su propio hijo, quien además involucró a una treintena de personas con la financiación ilegal de la campaña, aunque es muy probable que algunos hayan actuado de buena fe.
Versiones periodísticas aseguran que el hijo de Petro contó a la Fiscalía que su padre conocía el ingreso ilícito de esos dineros a la campaña. ¿Podrá demostrarlo? La clave, como sucede en estos casos, está ahí: ¿sabía Petro?
Samper alegó que la narcofinanciación había sido “a sus espaldas”, pero claro, el recolector del dinero de aquel entonces no era su hijo. Resulta inverosímil que Nicolás, que recorrió el país en campaña al lado de Petro (hay cientos de fotos), no le haya reportado esos chorros de dinero que le consiguió para las elecciones, aun si le ocultó que se quedó con una tajada.
Petro sabe lo delicado que es el punto. “Si eso fuese cierto (que él sabía), este presidente se tiene que ir hoy...”, dijo el jueves en Sincelejo. Aunque también dijo que “... no hay nadie que pueda terminar con el Gobierno que el pueblo mismo (eligió), nos vamos hasta el año 2026...”. Pero el asunto quedó flotando en el ambiente.
El Presidente es hombre de altas y bajas emocionales, como lo contó Ingrid Betancourt en 2022, y como parece confirmarlo la forma como Petro desaparece a veces uno o dos días. ¿Podría, en un bajonazo anímico, renunciar?
¿Lo reemplazaría la vicepresidenta Francia Márquez? Ella luce más radical y mucho menos preparada que él. Pero además, fue elegida con esos mismos dineros (y quizás más que llegaron del Cauca y del Valle, donde ella tiene su cauda).
En julio de 2020, Petro saludó con alborozo, en Twitter, un fallo judicial. “El Consejo de Estado afirmó en sentencia que un solo voto conseguido a través del fraude anula una elección...”.
Según esa tesis que Petro acoge, si lo dicho por su hijo queda confirmado, su elección y la de Francia Márquez carecerían de validez. Pero es temprano para conclusiones extremas: esto apenas comienza, y lo único seguro es que habrá más revelaciones cuando otros involucrados –¿Armando Benedetti? ¿Laura Sarabia? ¿Máximo Noriega?– abran la boca.
MAURICIO VARGAS