La realidad política del mundo postcovid pone de presente que, controlada la inflación y recuperado el sendero del crecimiento económico y del empleo, no obstante los desafíos futuros que aún quedan, los resultados de las más recientes decisiones electorales de las principales democracias del mundo se caracterizan por un golpe al progresismo y haber colocado el problema de la inseguridad ciudadana en el centro de los debates, lo que necesariamente ha puesto la política migratoria en la mira de los votantes.
Este entorno dialéctico ha reabierto los espacios para los gobiernos de derecha y centroderecha. No solo ha ocurrido en las recientes elecciones presidenciales de Estados Unidos, cuyo resultado se debe en buena parte a la propuesta de Trump de llevar a cabo deportaciones masivas de inmigrantes irregulares, a quienes se les atribuye el crecimiento de los delitos de bagatela y el incremento de la violencia urbana en las principales ciudades americanas.
Igual se está viviendo en otras regiones. El Parlamento europeo se “derechizó” en las elecciones de este año bajo las mismas tesis y actualmente los eurodiputados eligen los de la Comisión Europea, que provendrán mayoritariamente del mismo espectro ideológico. Lo mismo pasó en Italia, cuya primera ministra, Meloni, debe su popularidad a su férrea política antimigratoria. En las elecciones legislativas de Francia inicialmente triunfó la extrema derecha de Marine Le Pen, si bien no pudo armar gobierno. Y en Alemania han citado a elecciones y se da por descontado que la mayoría relativa favorezca también a la derecha. Este giro en la política de Occidente, que algunos definen como “un ascenso del fascismo” en Europa, es resultado del clamor ciudadano por restablecer la convivencia interna y recuperar la seguridad.
En América Latina el sueño progresista ha hecho agua. Los gobiernos de izquierda de Chile y Colombia terminaron convertidos en pesadilla, como también en Venezuela, donde se instaló una dictadura. Y en el último año los resultados electorales en Argentina, El Salvador y Ecuador, entre otros, han sido un plebiscito a favor de los postulados de la democracia liberal, las libertades y la economía de mercado, así como una respuesta a los reclamos de la gente por restablecer el orden y la convivencia pacífica.
En América Latina el sueño progresista ha hecho agua. Los gobiernos de izquierda de Chile y Colombia terminaron convertidos en pesadilla, como también en Venezuela, donde se instaló una dictadura
Con el péndulo de regreso, Colombia entrará el próximo año al debate electoral que definirá el perfil del nuevo gobierno. Y ello ocurrirá en medio del desprestigio del actual presidente y en un contexto de opinión ciudadana en el que apenas el 13,4 % de los colombianos se define de izquierda, mientras el 40,7 % se considera de centro y el 23,8 % restante, de derechas, según la más reciente encuesta de cultura política del Dane.
No cabe duda de que, en lo que viene, se privilegiarán las propuestas que les abran una esperanza a los ciudadanos frente al descontento que surge de la inseguridad, luego de que en el gobierno del Pacto Histórico se ha visto un retroceso de veinte años en este campo, los grupos armados han vuelto a controlar partes importantes del territorio, la Fuerza Pública no vive sus mejores épocas y los indicadores delictivos se han disparado, todo como producto de una política de paz de la que solo la delincuencia organizada y el narcotráfico han obtenido beneficios. Por supuesto, quienes postulen la nueva política de seguridad deberán acreditar credenciales en este campo.
Todo este debate se verá condimentado con las medidas que muy seguramente adoptará Trump frente a Colombia. ¿Qué le puede esperar al actual gobierno, si apenas ganó Trump le anunció a la presidenta de México un arancel del 25 % para las exportaciones aztecas hacia Estados Unidos, si no paran las migraciones ilegales y la exportación de cocaína? Es de esperarse la misma dosis para nuestro país y de seguro se volverá a hablar de “descertificación”, a menos que el gobierno “del Cambio” entienda que debe introducir urgentes rectificaciones a su política.
Taponazo: En el Congreso se afirma que la primera vuelta de una reforma política no se le niega a ningún gobierno. Hasta allí se llegará. Sin futuro las listas cerradas, la financiación estatal y los cambios al CNE.
NÉSTOR HUMBERTO MARTÍNEZ NEIRA