Ayer, la Misión Internacional de Sabios 2019 entregó sus conclusiones al Presidente y a la Vicepresidenta. Las propuestas ofrecen una hoja de ruta para conducir al país a un desarrollo integral y sostenible, basado en el conocimiento. La filosofía del informe apunta a la construcción de sólidas políticas de Estado que trasciendan los gobiernos.
Participamos 46 personas como (colombianos y extranjeros, residentes en el país y en el exterior) y otras más de las universidades que prestaron un gran apoyo y enriquecieron la reflexión. Se alimentó de miles de opiniones recogidas en foros por todo el país y en encuestas. El trabajo se dividió en ocho áreas, desde las ciencias más básicas hasta las más aplicadas, incluyendo las ciencias sociales y humanas y las artes y la creación. Esto aseguró una mirada amplia sobre los problemas que afronta el país, sobre la realidad en el mundo y sobre lo que muy posiblemente nos espera en el futuro.
Hay muchas propuestas en el informe. Brevemente se podrían agrupar en tres clases. Una primera consiste en darle un impulso renovado a buena parte de la investigación a través de misiones emblemáticas. Esta estrategia consiste en definir retos cruciales para la nación y acciones ambiciosas para darles solución. Las misiones tienen un componente emocional y una gran capacidad de convocatoria. Un modelo fue el de aquella decisión del presidente Kennedy de llegar a la Luna antes de terminar la década de los sesenta. Parecía imposible, pero movilizó al Gobierno, la academia y las empresas. Lo lograron y produjeron desarrollos tecnológicos que cambiaron el mundo.
Hay quienes creen que esto será un saludo a la bandera y se repetirá lo sucedido con la misión de 1994. No creo. Es injusto, además, decir que aquella misión no tuvo impacto. Lo tuvo
Las misiones son transdisciplinares y proyectan acciones concretas para estamentos que van desde grandes empresarios hasta modestos campesinos. Los tres retos escogidos no sorprenderán. Uno es ‘Colombia-bío’ que concibe un país fortalecido por el conocimiento de su diversidad biológica y cultural, que aprovecha los recursos biológicos de tierra y mar, disminuyendo y remediando los impactos ambientales. Otro es ‘Colombia equitativa’, que conduce a más equidad y bienestar a través de la educación y la salud. El tercero es ‘Colombia productiva y sostenible’, que prevé la adquisición y desarrollo de tecnologías emergentes y de una empresa innovadora, respetuosa con lo social y lo ambiental.
Un segundo tipo de propuestas es el de políticas de carácter general y transversal. Entre estas vale la pena mencionar algunas sobre educación dirigidas a todos los niveles. Hay un énfasis en educación en la temprana edad y en la educación media, lo que muestra una preocupación amplia e incluyente; no se reduce a la exigencia de más doctores.
Hay propuestas de políticas para el fortalecimiento y crecimiento de centros e institutos de investigación y para la creación de unos nuevos que sirvan de interfaz entre la producción del conocimiento y sus usos. Finalmente, se abordaron también preocupaciones de carácter general, una central es la de mecanismos para el financiamiento de toda esa transformación.
Hay quienes creen que esto será un saludo a la bandera y se repetirá lo sucedido con la misión de 1994. No creo. Es injusto, además, decir que aquella misión no tuvo impacto. Lo tuvo y lo sigue teniendo. Ha sido un referente para todas las propuestas de desarrollo desde entonces. Algunas metas no se cumplieron, otras sí. Esta misión ha insistido en que le entrega su informe al país, porque piensa que todos debemos ser responsables de cumplir y hacer cumplir sus recomendaciones. El 94 se tituló el informe ‘Al filo de la oportunidad’. Hoy ya no estamos al filo; asumir el conocimiento como el fundamento para nuestro desarrollo es un imperativo político y moral para todos.