Algunos se asombraron con la decisión de la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes de negar el hundimiento de la reforma de la salud. Hubo confusión, porque luego de meses de discusión en la que predominantemente se demostró la inconveniencia del proyecto, del que se apartó el Partido Liberal y, que conservadores y ‘la U’ dejaron en remojo al manifestar que sus propuestas a pesar de haber sido discutidas directamente con el Presidente no fueron aceptadas, se pensó que no había el consenso necesario para su aprobación en el Congreso.
Para entender hay que tomar el mapa electoral del 2022. En el Congreso no hay mayoría de ningún partido, por lo que el Gobierno buscó una coalición adicional a la que resultó de la elección presidencial, formada por células partidistas del Pacto Histórico, y de quienes votaron por Petro, pues esta representa menos del 40 % de las curules.
Por mecánica política, liberales, conservadores y ‘la U’ se declararon partidos de gobierno. Es decir que se comprometieron a impulsar las reformas en el Congreso. A muchos les oí decir que sería el medio para moderar las propuestas, porque, tratándose de una coalición, tendrían la posibilidad de proponer modificaciones a los proyectos de ley; a cambio ingresaban al Gobierno a ejecutar políticas y programas que deben cobijar a todos por igual.
Con la victoria temprana que dio la aprobación de la reforma tributaria, la improvisada ley de Paz Total y el Acuerdo de Escazú, el Gobierno llegó en 2023 con doble carga de profundidad en sus propuestas. Borrón y cuenta nueva para los sistemas de salud, pensiones y productividad empresarial. En los proyectos radicados se mostró la intención del cambio del modelo, pues de tener un Estado en el que la participación del sector privado, el crecimiento económico que genera la inversión privada y las libertades son fundamentales para el bienestar, se propone uno que pretende abarcar todo a su manera.
Destapadas las cartas, ha llegado la hora para la alineación política, que tiene en el momento dos aristas que son evaluadas por los jefes políticos: la presión de la opinión pública en todos los niveles, que, movida por el exagerado aumento de los precios de la canasta familiar y la ola de inseguridad que se ha tomado el país, tiene malestar e incertidumbre.
La atención se centra en la forma como se votarán las reformas. La votación de la ponencia de la reforma de la salud medirá el aceite de lo que sigue
De otro lado, las elecciones de octubre que, si bien se dan con dinámica diferente a la presidencial, por cuanto en ellas rigen con mayor claridad las maquinarias y la presión del dinero, ya empieza a perfilarse el vínculo entre la actuación de los partidos en el Congreso y sus candidatos en alcaldías y gobernaciones.
La atención se centra en la forma como se votarán las reformas. El Gobierno logrará su objetivo de cambiar el modelo de Estado si liberales, conservadores y ‘la U’ le aprueban. Son los partidos que se quedaron en la mitad de la balanza y que para donde se inclinen definen. El seguimiento a lo que se dice en los comunicados oficiales se contrastará con los votos efectivos en comisiones y plenarias. Nada quedará debajo de la mesa.
La votación de la ponencia de la reforma de la salud medirá el aceite de lo que sigue. Según lo dicho por el expresidente Gaviria, que el Gobierno se equivoca al buscar acabar con lo construido, no podría entenderse que algún liberal vote a favor. En cuanto al Partido Conservador y a ‘la U’, sus seguidores tampoco aceptan que los congresistas que lo representan aprueben destruir la economía, la propiedad privada y las instituciones que soportan el Estado.
Como de todas maneras hay que reformar para mejorar, debería pensarse en una nueva coalición en torno a la defensa del Estado de derecho y de las instituciones construidas durante treinta años. Es lo que espera la gente. Hay que dejar de lado el ego y el cuidado del espacio político individual que se da en cada partido.
NANCY PATRICIA GUTIÉRREZ