A Rodolfo Hernández lo elegiría una mayoría que se identifica con la realidad cultural y cotidiana de la gente en los territorios y provincias colombianas.
A Rodolfo lo puso en la segunda vuelta la gente del común. Fue el sentimiento de repudio a la corrupción y la identidad con una candidatura que refleja el ser de las familias colombianas: sinceras, sensible ante situaciones personales llenas de dolor, sin protocolos, con protagonismo de la mamá, indignadas por la falta de respuesta de la política. Además, porque su experiencia y éxito empresarial forjado a punta de trabajo, y su recia personalidad, dan confianza y generan esperanza en que estará dispuesto a proteger y defender a la gente directamente, sin la mediación política tradicional y que la economía estará segura en sus manos, bajo su promesa de cuidar los recursos públicos y promover la empresa, la inversión y, por tanto, el empleo.
A seis días de las elecciones, Rodolfo se niega a tener una logística electoral y a modificar su estilo, que rompe con las carreras, agite y estrés que normalmente traen las campañas. Se muestra confiado en que la gente saldrá a votar por él espontáneamente y en que la institucionalidad no permitirá un fraude. Además, aparece siempre tranquilo, a pesar de su indignación por las amenazas y por la estrategia de desinformación que se develó en la otra campaña y que permitió conocer de dónde se nutre la polarización necesaria para buscar el poder a cualquier precio, demostrando desprecio por la democracia y por el bienestar del pueblo colombiano.
En las dos semanas anteriores, luego de la primera vuelta, hemos visto circular en las redes narrativas en su contra, que buscan debilitarlo. Sobre todo ante grupos poblacionales identificados como definitivos para la elección. Circularon videos con frases que, siendo dichas por él, fueron extraídas de una intervención amplia, para de manera aislada crear una sensación negativa de su pensamiento, propuestas o actuar. Lo intentaron con las mujeres, con los pobres, con la fuerza pública, a través de las redes sociales y medios de comunicación. Pero como hábilmente la campaña de Rodolfo se volvió tendencia positiva en esas mismas redes, mucho antes de que se convirtiera en blanco de destrucción, ha logrado mantener su favoritismo en el común denominador de la gente, que no actúa calculadamente por ideología o por intereses personales.
Mantener su postura frente a no involucrar a los partidos políticos, no hacer pactos con ninguna organización y preservar su independencia por no recibir aportes económicos para la campaña, ni autorizar gastos en manifestaciones, transporte de acompañantes, día electoral, afianzan su credibilidad ante millones de personas.
Ahora, hay un nutrido grupo de intelectuales, académicos y políticos que prefieren acudir al voto en blanco, porque no les convence su carácter fuerte, su independencia y algunas propuestas. Sin embargo, la otra opción en la que la nota predominante han sido los escándalos, por la combinación de todas las formas en la lucha por el poder, sin escrúpulos y rompiendo con mínimos, muy seguramente los llevará a reflexionar y a decidirse por un hombre que con experiencia y vocación de éxito puede transformar la política y garantizar la democracia y la estabilidad de Colombia durante los próximos cuatro años.
No me cabe duda de que Rodolfo Hernández será elegido porque su vida y su familia demuestran que tiene genuina confianza y iración por la mujer colombiana, que no gasta su tiempo llamando la atención a punta de escándalos; que es frentero y se ha mostrado tal cual es; que no escoge a sus colaboradores por el ruido que puedan generar para ganar recordación, sino que imperan la capacidad, el conocimiento y el compromiso. En últimas, lo que Colombia necesita es una persona con buenas intenciones, respetuosa de las instituciones y desprovista de la terrible práctica de destruir, en vez de construir.
NANCY PATRICIA GUTIÉRREZ
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