La historia del tráfico ilegal de especies suele relacionarse con África y Asia, con temas de oferta y demanda, y productos como el cuerno de rinoceronte y la medicina tradicional.
En realidad, este es un problema aún mayor y es una gran amenaza en América Latina. Es uno de los cuatro delitos organizados internacionales más grandes junto con el tráfico de personas, drogas y armas. Los delitos contra la fauna y la flora silvestres se perciben como negocios de bajo riesgo y alta recompensa, con un valor de hasta 20.000 millones de dólares al año para sindicatos globales, y que pone en peligro a las comunidades, la biodiversidad y la salud de nuestro planeta.
Latinoamérica y el Caribe es una de las regiones con mayor biodiversidad del mundo. Por eso, no sorprende que sea uno de los principales objetivos de este delito. Colombia es un punto de origen, tránsito y destino para la fauna silvestre que se trafica por toda la región, incluidas aves, reptiles, anfibios, felinos grandes, peces y primates. Salen del país hacia Estados Unidos, Europa y Asia por vía aérea, en cargo o contrabandeados por pasajeros.
El comercio ilegal se oculta tras fachadas aparentemente legítimas, como tiendas de mascotas, criaderos y comercio en línea. Los reptiles, por ejemplo, son deseados por sus pieles, de las que se obtienen cueros exóticos para artículos de moda. Recientes detenciones en Colombia han demostrado que los traficantes de pieles de reptiles intentan eludir tanto las protecciones medioambientales como las reglas de aduana y de importación mediante el contrabando de productos acabados como bolsos y zapatos, llegando incluso a incautarse productos de marcas conocidas a causa de prácticas ilegales y poco sostenibles.
Estos delincuentes se ocultan a plena vista, respaldados por una infraestructura criminal internacional organizada. Para derrotar un delito así, se requiere una respuesta global coordinada, con un intercambio de información exhaustivo entre los conservacionistas de primera línea, los gobiernos nacionales y las ONG. El sector privado, en particular, tiene un papel vital para poner fin a este atroz crimen mediante la interrupción de las cadenas de suministro y el apoyo a las investigaciones financieras.
Fundada por el príncipe Guillermo y The Royal Foundation en 2014, United for Wildlife organiza y convoca a ‘stakeholders’ multilaterales para impedir que los traficantes transporten, financien o se lucren del comercio ilegal de la vida silvestre.
Colombia demostró su compromiso de poner fin al tráfico ilegal de especies al convertirse en el primer país miembro de United for Wildlife el año pasado, y ahora lanzamos en Santa Marta nuestro capítulo latinoamericano. Reunimos a figuras destacadas del Gobierno, la sociedad civil, los órganos de seguridad y el sector privado de toda América Latina para unificar una respuesta regional frente a este crimen.
No se puede subestimar la importancia de este trabajo. Solo Latinoamérica alberga el 50 % de la biodiversidad mundial y casi el 25 % de las especies más amenazadas del planeta. Más allá de su derecho intrínseco a existir, la flora y la fauna son piezas claves del mundo natural del que todos dependemos. Sin embargo, en algunas zonas de la región, hasta el 94 % de la fauna silvestre ha desaparecido desde 1970 debido a la pérdida de hábitats, la deforestación, los conflictos y, cada vez más, el comercio ilegal.
Estamos avanzando. A través de nuestros grupos de trabajo de transporte y finanzas, United for Wildlife ha apoyado más de 500 detenciones, casi 300 incautaciones de productos ilegales y la formación de más de 100.000 personas para combatir estos delitos. Existe la voluntad de cambiar las cosas y acabar para siempre con este comercio destructivo. Trabajando juntos podemos encontrar el camino.
LORD WILLIAM HAGUE
Presidente de United for Wildlife