Si el mundo fuera un tablero de ajedrez, el presidente Petro sería el caballo. Dos saltos hacia adelante y uno hacia la izquierda. Ele invertida muy diferente a las líneas llanas de peones, alfiles, torres, rey y reina.
Tiene la posibilidad de saltarse otras fichas y eso lo vuelve tan amenazante. También es el único que puede pasar por encima de los peones. Y solo él puede moverse libremente desde el comienzo del juego desde el borde del tablero.
Caballo que amenaza varias fichas a la vez y elige cuál quiere salvar, moviéndose como Judas y Jesús al mismo tiempo. Zigzag que volvió a hacer hace unos días, cuando salió a repartir una semana de vacaciones gratuitas a los policías que lo abucheaban por dejarlos plantados por más de mediodía.
Retraso en la promoción de 13.300 uniformados, cuyos hijos y madres estuvieron cinco horas sentados en las gradas como sardinas. “No es excusa, ya verán lo que significa, ahora no es el momento de hablar”, fueron las palabras del Presidente para calmar los ánimos. “Todos acá tendrán ocho días de vacaciones con sus familias”, remató cambiándoles indignación por tiempo de descanso como moneda o mercancía.
Fuego abrasador para la gabinetología especulativa, deporte favorito del periodismo y picante adictivo para la opinión pública. Condimento avinagrado para medir temperaturas y antipatías, sobre todo en víspera de elecciones regionales que para algunos son referendos a la gestión del presidente de la República.
Rumores de cambio de gabinete que apuntan a la llegada de Luis Gilberto Murillo a Cancillería, Daniel Quintero al Ministerio de las TIC y relevo para Luis Fernando Velasco en Interior. Runrunes que vienen creciendo desde el jueves pasado, tras las extrañas excusas del Presidente por llegar tarde a esa ceremonia de la Policía.
Gabinetología que se remonta a épocas prehistóricas, cuando nada estaba escrito sobre piedra. Dos meses antes de elegirse en el cargo, el caballo-candidato lanzó poderosos nombres para intentar apaciguar bolsas y mercados, sacándose de la manga el nombre de un ministro de Hacienda muy tieso y majo: José Antonio Ocampo.
Con pantalón corto, sombrero encintado y chupa de boda, Petro respondió que nombraría al economista colombiano de mayor prestigio en el mundo, pieza importante de todas las entidades que fundaron el actual modelo económico. Lo nombró por poquísimo tiempo. Duró lo mismo que una estrella fugaz en el firmamento.
Cecilia López en Agricultura y Alejandro Gaviria en Educación fueron otros nombres meticulosamente escogidos por el caballo en el juego. Municiones de moderación, símbolos de estadista, fichas de equilibrio, apuestas entre lo tradicional y lo reformista. Hombres y mujeres con la estatura suficiente para contradecir al Presidente, pero que salieron por jugar con honestidad intelectual en ese difícil tablero.
Película radicalmente diferente a la de hoy: actores porno que se volvieron viceministros, gabinete de activistas que nos llevan al borde de un colapso del sistema eléctrico, fanáticos que quieren acabar con el Soat y con las principales concesiones viales de Colombia.
PAOLA OCHOA
En X: @PaolaOchoaAmaya