Hay palabras que se escuchan y aparentemente se entienden, pero la palabra ‘revictimización’ suena diferente cuando se vive en carne propia. Vivimos situaciones que pensamos particulares, pero que son generalizadas.
En una historia vivencial, hace unos días la señal de un teléfono murió y en el operador informaron que la línea no aparecía a nombre de quien hacía el reclamo, sino de otra persona. Se pidió recuperar la línea, pero no se pudo y por el contrario fue portada a otro operador, sin que ninguno de los dos operadores hiciese algo para evitar el cambio porque “seguían los procesos”. Procesos que no se pidieron, procesos que llevaban consigo una suplantación o un fraude. Fue inútil, no había quien escuchara, quien controlara ni quien parara algo irregular a todas luces. La víctima revictimizada, sin atención y sin línea telefónica.
Se avisa al banco sobre el robo de la línea, y ellos –que llaman cuando hay operaciones sospechosas, y estando avisados– permitieron que de las cuentas se sustrajera el dinero, que llenaran los cupos de las tarjetas de crédito y hasta que se desembolsara un crédito no pedido. Así que, como en ‘Crónica de una muerte anunciada’, las instituciones permitieron el fraude. Nuevamente revictimización, abandono e impotencia.
Al ser víctima de un delito se hace la denuncia. Se intentó por la página de la Policía, pero fortuitamente estaba caída. Cuando por fin se puede acceder antes de terminar el proceso salió un mensaje diciendo que el sistema ya había detectado una denuncia para ese , que había que acercarse a la policía o a la Fiscalía. Primera estación, La Candelaria, donde un agente informa que la atención es en La Perseverancia. Al llegar allí, quien recibe las denuncias no estaba y no se sabía si volvía, informan que la denuncia podía ponerse en la URI de Paloquemao.
Tercera estación, la URI de Paloquemao. Un vigilante dice que quien recibe las denuncias se fue a almorzar y demora una hora, que se puede seguir y esperar, o ir al punto de atención de la esquina a ver si ahí los reciben. A desplazarse hacia el nuevo punto señalado, y como en un viacrucis, el ciudadano de estación en estación. Otra vez revictimización, no es claro el proceso, no se sabe a dónde ir. Se pierde la confianza.
Cuarta estación, punto de atención ciudadano de la Fiscalía calle 19. En la puerta personas preguntaban qué hacían, cómo podían poner sus denuncias. Atrae la atención una mujer que llegó a poner una denuncia de acoso sexual y cuando le dicen que el tiempo de espera podría ser de una a tres horas, se pone pálida y musita no puedo esperar tanto, “estoy escapada de mi jefe y él es mi abusador”.
La palabra ‘revictimizar’ pareciera fácil de entender, pero adquiere otra dimensión cuando se entiende desde la realidad de las personas. Es una palabra que plantea la necesidad de mejorar los procesos de atención en las instituciones privadas y públicas. Situaciones que seguramente se repiten día a día, sistemas de atención en el sector privado que no escuchan, no son empáticos, no se solidarizan.
Desde el sector público, se ha avanzado en trámites y hay a servicios; pero faltan planes de contingencia cuando una página se cae, o cuando no es el horario laboral. El sistema público podría ser amable al ciudadano y más a la hora de acceder a la justicia, que es un tema sensible; al fin y al cabo, cuenta saber cómo se sienten las personas cuando han sido violentadas, o violadas, o agredidas por su orientación sexual, o robadas, o cuando han asesinado a alguien a quien se ama. Si queremos avanzar en justicia y en confianza ciudadana, es importante que el a la justicia y a lo público tenga un sentido más humano.
PATRICIA RINCÓN MAZO