Hace pocos días sentí ese vacío que genera la escena de una noticia inesperada en una película que podría ser de suspenso, dramática o de terror, dependiendo del desenlace. Eso me pasó al leer el artículo de la reforma tributaria que dejaría la ley de cine sin dientes.
El cine colombiano no puede parar, y el contenido de la reforma acabaría con dos décadas de un trabajo decidido de muchas personas, que ha sido una de las grandes victorias del sector cultural en su historia y un referente a nivel internacional. Si bien hoy lidiamos con lo catastrófico en muchos sentidos, no podemos parar. Hacer que la financiación del Fondo de Cine dependa o sea un programa del Ministerio hace que pierda impacto, escala y fuerza, es condenarlo a la extinción, como sucedió con el Plan Nacional de Música, el Plan Nacional para la Danza y el mismo Plan Audiovisual Nacional. Estos dos últimos tuve la oportunidad de crearlos, pero sin la fuerza de una ley con recursos, una década después son solo una leyenda.
El cine y lo audiovisual son esenciales. Allí se anida el lenguaje universal del presente y del futuro. Hoy nuestra vida depende de una pantalla y los contenidos que se proyectan ahí. Estamos todos los días haciendo cine en nuestra casa, preparando la locación, ubicando la cámara y ya hasta con luces especiales, controlando a los actores (familia) para que no aparezca en la escena. Hoy más que nunca, la vida es una película.
El cine, como dice Julio García Espinoza, es el álbum de fotos de un país. Así algunas fotos no nos gusten, han hecho parte de nuestra historia. Sería un gran error dejar de nutrir ese álbum que tenía muy pocas fotos hace un par de décadas, pero que ha crecido en los últimos años, pasando de una o dos películas al año a un promedio de 40 antes de la pandemia. No se deberían dejar tantas hojas en blanco en ese álbum. No se puede apagar la cámara para dejar tan solo unas escenas y esta película sin final.
No somos un Silicon Valley, pero sí un Valle de Corozo o un Valle del Naidy. En este país hay muchos valles con potencial que se pueden transformar y ser ‘hubs’ del audiovisual. Tenemos que verlos y potencializarlos, porque ya existe mucha infraestructura creativa. Si pensamos el audiovisual en clave de reactivación económica, podría ser una ventana de oportunidad para las otras artes (e. g., danza, teatro, música) que a mediano plazo no tendrán escenarios y que enfrentan la peor crisis de empobrecimiento del sector cultural en su historia. Podemos plantearnos la siguiente nueva normalidad para el audiovisual en Colombia. El arte no puede parar, menos en este momento con tantas afectaciones no solo para la salud física, sino para nuestra salud mental, esa infraestructura emocional, creativa y espiritual que le ha aportado tanto a este país, antes y durante esta emergencia. Repito, vamos en la primera parte de esta película, falta mucho país por narrar, registrar e imaginar.
Este susto (que confío y espero en que no sea el final de la película) debe llevar a replantear como sector el guion. No solo desde el Gobierno para continuar, sino desde el sector que trasciende con creces a las pocas grandes productoras y empresarios, en su mayoría residentes en Bogotá, que han llevado la vocería. A casi un año de las elecciones, el sector debe mostrar su poder electoral sobre todo en las regiones, que son miles y miles de votos definitivos. Hay que incidir con agendas concretas que tengan puntos precisos de medidas para la emergencia con presupuestos, no solo declaraciones genéricas. Es un momento para ser y hacer más por ese país que nos necesita, pero de forma estratégica para obtener resultados a corto y mediano plazo. No podemos parar ni perder el foco.
Nota: El Pacífico no tiene un pico de covid, sino de violencia. Es urgente comenzar la alternancia escolar en zonas rurales y urbanas en riesgo, cuanto antes. No todo el país puede tener las mismas medidas de Bogotá, Cali o Medellín. Hay municipios pequeños y aislados con pocos casos. Nos están matando y reclutando nuestros niños cada vez más.
PAULA MORENO