No sé si es quizás porque cumplí recientemente 40 años. No sé si es quizás porque acabo de publicar un libro sobre mi lectura del país en las diferentes etapas de mi vida hasta los 32. No sé si será por el hecho de estar la mitad del tiempo con una agenda global que me implica tomar distancia de lo local. No sé si quizás es el intento de estar conectada con una parte pequeña de esas otras Colombias paralelas y diversas, tan lejanas de Bogotá. No sé tantas cosas que influyen en mi mirada, pero yo siento un cambio profundo en el país. Y reitero ese no sé, pues me encantaría poder afirmar esto de una forma más precisa, pero creo que, como muchos, estoy tratando de entender lo que sucede en Colombia, y me parece un buen ejercicio para comenzar el año.
Para empezar, quisiera mirar tres temas: migración, paz y movimientos sociales. El primero, con todo el asunto de la migración venezolana. Bueno, este es un país de migrantes, desde los africanos que forzadamente poblaron estas tierras hasta los descendientes de alemanes, españoles, árabes, etc., que sumados son millones, y, así seamos tercera, cuarta o la generación que sea, no podemos olvidar que nuestras raíces vienen de otros lugares y se recrearon aquí.
Hoy, con el tema de la migración masiva venezolana, es clave evocar esa naturaleza de nuestro país, y, más allá de la xenofobia, implica reconocer una oportunidad no solo por las tendencias demográficas (cuando nos digan con claridad la validez del Censo), sino para que incorporemos esto en nuestra agenda de futuro. El mundo está hoy marcado por la migración, y Colombia no es la excepción. En eso, el país cambió.
En el caso de la paz, ya no es paz o guerra, sino paz o paz. Hay una consciencia colectiva de que la paz es la única alternativa y hay que construirla, porque no hay otra salida. No hemos tenido un héroe que nos salve ni antes ni ahora, todos pasamos, por más poder que tengamos en determinado momento; entonces, cada uno de nosotros debe asumir su parte. Así el sufrimiento persista en una nación que aún sigue reemplazando un conflicto por otro, con una proliferación de estructuras criminales. En eso, el país cambió, y el punto es qué hacemos con eso, otra vez en clave de futuro.
Por otra parte, creo que aquí hay una ciudadanía mucho más consciente y activa, que no se deja encasillar y está generando sus propios escenarios, entendiendo una construcción de poder más orgánico, que tiene la tarea de incidir de forma constructiva y efectiva en los temas críticos, sin desdibujarse. Movimientos sociales cada vez más técnicos, que ya no solo hablan con arengas sino con cifras y propuestas. Movimientos que tienen la gran tarea de ir evolucionando para pasar de la mera resistencia a estrategias de trascendencia, donde se convierten en una parte integral de la solución a mediano y largo plazo, sobre todo desde el ejercicio de decir las verdades completas y evidenciar las responsabilidades compartidas. En manos de esos movimientos va a estar la renovación política a nivel local y departamental en un año de elecciones, mostrando que no es solo en la calle, sino en las urnas, donde se están enviando mensajes sobre renovación.
Bueno, al final, creo que hay muchas cosas en las que este país ha cambiado, lo cual da una perspectiva ante la persistente mirada catastrófica que a veces nos inunda. Sabemos que el 2019 será un año difícil, en el cual se van a probar la claridad y el talante de nuestros liderazgos. No es lo mismo estar en el gobierno hace diez años que ahora, por ejemplo, con sociedades megaconectadas. Así, desde diferentes perspectivas y sectores, hay que aceptar que esto que llamamos Colombia ya no es lo mismo.
Quizás, si llego a los 50 años, espero ver con más claridad eso que se está incubando hoy, un país cada vez más apropiado de sí mismo en su complejidad y desde su diversidad.
PAULA MORENO