Transcurría una reunión con los gobernadores del país en Villa de Leyva, en la cual varios se quejaban por el desmadre absoluto de los grupos criminales en sus territorios, entre ellos la gobernadora del Chocó, quien expresó: "Yo jamás había visto las vías de mi territorio selladas con banderas y pipetas, con cilindros bomba. Nunca había visto el territorio completo sellado en una crisis humanitaria como la que tengo. ¿Cómo es posible que llevemos dos años así?". El presidente Petro los oía con una actitud displicente y ensimismada.
Al final del evento, mientras terminaba su intervención ante los mandatarios regionales, el Presidente anunció que había decidido nombrar nuevo ministro de Defensa, al mayor General Pedro Sánchez. Un general en servicio activo que fungía como jefe de Seguridad de la Casa de Nariño, algo que no había ocurrido en más de tres décadas. Sánchez fue el oficial que dirigió con éxito el rescate de los niños indígenas perdidos en el Guaviare, operación militar que se hizo famosa a través de la plataforma Netflix.
El presidente Petro, en campaña, se comprometió en varias oportunidades a que nombraría un ministro de Defensa militar. Era algo muy disruptivo en un político de izquierdas, progresista, y que, además, por su pasado guerrillero en el grupo subversivo M-19, lo hacía aún más difícil de creer.
El ministro de Defensa Nacional debe tener unas competencias muy específicas y un conocimiento especial del ámbito político estratégico. Por ello, los ministros de defensa militares, antes de Rafael Pardo Rueda, el primer ministro Civil a partir de la Constitución de 1991, eran generales de un talante y recorrido probados; al más antiguo en la jerarquía militar le correspondía ese honor y tremenda responsabilidad. En su gran mayoría eran generales del Ejército Nacional, pues son los oficiales del Ejército, con el debido respeto por las otras fuerzas, los que han tenido a través de la historia el esfuerzo principal en este conflicto armado interno, eminentemente terrestre: Gustavo Matamoros D’costa, Luis Carlos Camacho Leyva, Fernando Landazábal Reyes, Óscar Botero Restrepo, etc., solo por nombrar a algunos.
¿Por qué el presidente Petro no nombró al almirante Cubides, o a cualquiera de los comandantes de fuerza? ¿O a un general retirado que tenga los méritos y la experiencia suficiente? Nombró a alguien que claramente simpatiza con su proyecto político; solo basta con escucharlo en las entrevistas que ha concedido.
Es una decisión subversiva, pero no revolucionaria, ni menos transformadora.
Recordemos la nefasta experiencia para el general Ricardo Díaz Torres (q. e. p. d.), quien se dejó convencer y le hizo campaña de manera abierta al candidato Petro, apoyándolo a través de un video muy criticado días antes de la segunda vuelta; como premio, fue nombrado viceministro de Defensa. Tristemente para él y su familia, terminó enredado y señalado por haber denunciado un entramado de corrupción en el primer año de Gobierno. Lo sacaron del cargo, lo dejaron solo, y un infarto fulminante lo sorprendió el 22 de abril de 2024. Personalmente le tuve gran respeto y aprecio. No lo juzgo.
No conozco al general Pedro Sánchez, seguramente tiene una trayectoria intachable, pero carece de las competencias y cualidades que debe tener un ministro de Defensa viable. Por otro lado, ¿será que su criterio como general no le da para entender que es una decisión absolutamente inconveniente y que busca dividir y generar caos? Un oficial serio, sensato e institucional ¡jamás aceptaría tamaño despropósito! Denota ausencia total de carácter, el más importante de los atributos del liderazgo militar, y también de los que se quedan atornillados en sus cargos después de que los menosprecian y maltratan, colocando por encima un general subalterno, así esté retirado.
Es una decisión subversiva, más no revolucionaria, ni menos transformadora, por lo que implica la definición del término subversivo: rebelde, incendiario, desestabilizador, agitador, que cambia un orden establecido de manera autoritaria. Es decir, ¡a las malas! Habida cuenta de la seria afectación a la tradición civilista y las relaciones civiles-militares, con una decisión que fractura y debilita uno de los pilares institucionales, la cohesión; pero también lesiona la jerarquía, la disciplina; y el honor, la lealtad y fidelidad, como valores castrenses supremos.
Chávez en Venezuela, cambió la doctrina militar, lo que permitió mutar de las otrora y muy profesionales FAN (Fuerzas Armadas Nacionales) a la FANB (Fuerza Armada Nacional Bolivariana), cuya quinta fuerza es la Milicia Nacional Bolivariana, comandada por pseudo generales. En Colombia, vemos movilizaciones convocadas por altos funcionarios del Gobierno, al mejor estilo de los colectivos y milicias chavistas.
El asunto de fondo no es el ministro, es el Presidente; puede estar al frente de la cartera de Defensa, el más experimentado, capaz y bien intencionado; el problema es que no existe voluntad política para combatir a los grupos criminales. La 'paz total' es una quimera, y la seguridad humana, no sabemos en dónde quedó.
¡Las Fuerzas Armadas no están desmoralizadas, están desconfiadas del Presidente, su comandante en jefe, quien las manipula y politiza! ¡Y el país ardiendo, retrocedimos 25 años!
* Exvicerrector Campus Universidad Militar Nueva Granada.