Cada mañana, al abrir el periódico, las malas noticias acompañan mi desayuno. La culpa no es de EL TIEMPO, tampoco del presidente Duque, sino de la dura realidad nacional que carga una funesta herencia de nuestro mundo político. Es cierto: algunas noticias son recientes, como la sequía del río Cauca con 60.000 peces muertos y una vasta población ribereña sin modo de ganarse la vida por culpa de la represa de Hidroituango. Otras nos golpean de tiempo atrás: la rampante corrupción, el asesinato de líderes sociales, numerosos homicidios, atentados, bandas criminales armadas, narcotráfico, niños víctimas de abusos sexual, feminicidios, atracos, robos, fleteos, etc. A todo esto se suman la desesperada inmigración venezolana y la complicidad de Maduro con el Eln.
El clima que se percibe es de incertidumbre y zozobra. No faltan colombianos que culpan al Presidente de todos los males que nos asedian, ignorando que Duque tiene las capacidades, la voluntad y, obviamente, el programa para combatirlos. Reforma de la justicia, lucha frontal contra la corrupción y las economías ilegales, así como reforma política, la reducción de la pobreza y la desigualdad con el propósito de crear 1’600.000 puestos de trabajo y la construcción de 520.000 unidades de vivienda de interés social. A esto se suman drásticas medidas para el porte de armas, diálogo con los partidos olvidando sus viejas polarizaciones, acabar con las estructuras del narcotráfico, encabezar un efectivo frente internacional contra Maduro, reconocer a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela y, por supuesto, llevar ayuda humanitaria. Todos estos son los puntos más sobresalientes de su plan de gobierno.
Las medidas que puede ejecutar libremente tienen un buen punto de partida. Por difíciles que sean, muestran resultados. Es el caso de la lucha contra el narcotráfico y las bandas armadas. La nueva cúpula del Ejército asume con valor su papel. Una prueba es la muerte del tenebroso jefe de las disidencias de las Farc alias Rodrigo Cadete por un certero bombardeo a su campamento. También sorprenden las millonarias gratificaciones a quienes brinden información sobre los cabecillas más importantes del Eln: ‘Gabino’, ‘Antonio García’ y ‘Pablito’. Los estímulos dados al mundo económico explican el crecimiento de las exportaciones y del PIB. En cambio, el mundo político es responsable de que muchos proyectos oficiales estén detenidos en el Congreso.
El Presidente ha promovido un diálogo con los partidos políticos para lograr un completo ‘Pacto por Colombia, pacto por la equidad’. ¿Qué ocurrió entonces? Partidos como Cambio Radical, al no tener representación en el Gobierno, declararon “apartarse de la mediación”. Es decir que, de acuerdo con nuestra tradicional política, sin ministros no hay coalición posible.
Supongo que los diferentes proyectos que necesitan la aprobación de las mayorías parlamentarias se enredan y encuentran toda clase de tropiezos. Por ejemplo, la reforma de la justicia, proyectos anticorrupción que habían sido aprobados en una mesa nacional, y una fatal peluqueada de la reforma política y tributaria. Detrás de estas trancas, recortes y palos en la rueda están nuestros partidos Liberal y Conservador, ‘la U’, los movimientos cristianos, el partido Verde y, sobra decirlo, los vociferantes de izquierda. Por supuesto, es algo parecido a una piñata en la donde se reúnen vanidosos reparos que en nada contribuyen a sacar al país de este atolladero en el que se encuentra. Para la mayoría de los congresistas, Duque es demasiado cándido, y tal vez lo sea.
Si muchos electores se dejan enredar por los tejemanejes de nuestra política, no tardarán en echarle la culpa al Gobierno de su mala situación. De pronto, atraídos por el populismo, terminarán votando por Petro en 2022. ¿Nos convertiremos entonces en otra Venezuela? Todo es posible si se le cierra el camino a Duque.