Señores organizadores de la Media Maratón de Bogotá. Déjenme decirles que este año se lucieron. Tuvieron una línea de primera, que es muy distinto a una primera línea, una organización impecable y a una ciudadanía entregada a la carrera. De los cinco años que la llevo corriendo, creo que en esta mostraron lo que puede ser la primera maratón que se va a realizar en Bogotá a finales de este año.
Lástima que a mí me fuera como a perro en misa, con un lúgubre tiempo de una hora y treinta y cinco minutos que me deja aburridísimo, aunque muy motivado, para retomar los entrenamientos, el sueño y la alimentación franciscana de años atrás. Debo confesar, eso sí, que es mi primera carrera en la que tuve tiempo para observar y gozármela, desde el punto de salida hasta la meta.
Llovió copiosamente ayer. Las nubes se confabularon para devolverle ese tono gris y hostil que tanto le gusta a nuestra capital. El frío entumecía los huesos, y en la zona de calentamiento, los africanos marcaban la parada. Yo solo pensaba en el desnivel tan grotesco de los primeros seis kilómetros. En el punto de partida me hice junto a tres corredores que siempre hacen la media bogotana. “A Miami sí va todo el mundo, pero acá se borran muchos. Hay que apoyar siempre esta carrera, sobre todo los que somos de Bogotá”, dijeron. Si así fuéramos con todo.
Corrí por primera vez sin el reloj Garmin. Samsung me invitó a la carrera y me ofreció probar su último reloj de inteligencia artificial. Me lo pensé dos veces. Si usted es corredor sabrá que uno se vuelve obtuso, cuadriculado y atado a la tecnología que usa. Pues bien. Ni me morí y el comportamiento del reloj fue inmaculado, mucho menos pesado que el Garmin y me entregaba variables de datos a un nivel de detalle que no lo esperé. Pero de ello hablaremos en otra columna.
Vi muchas mujeres, cosa que no es novedosa, pero me sorprendió mucho el nivel. Avanzaban como gacelas por la 26 y luego la séptima. Le sostuve el paso a una todo el tramo desde la 33 con séptima hasta la 72. Ahí se despidió de mí y ya no la volví a ver. ¿Qué tiempo habrá hecho? Sobre la 15 con 85 me sentí en una de las grandes carreras de maratón. La gente vibraba, con carteles, música y gritos sin parar. “Diego, Diego, Diego”, gritaba una chica. Le sonreí, para luego comprobar que le gritaba a un Diego que estaba detrás de mí.
En la meta me encontré con uno de los mejores atletas del país. Tenía la rodilla sangrando. En medio de semejante aguacero, corrió con unos Adidas de dos millones y medio de pesos, que no pesan nada, y que sirven para no más de 50 kilómetros. Y, detalle no menor, son un jabón debajo. En el kilómetro tres, el corredor se cayó y tuvo que abandonar la carrera; la rodilla le estaba sangrando por completo. ¿Culpa de la marca? ¿Culpa del atleta? En todo caso, tenis descartados. Lo caro no siempre es bueno.
El alcalde Carlos Fernando Galán corrió. Hizo 10 kilómetros. Un equipo de nombre Zapatoca corre con unas personas mayores que todos los años repiten evento. Y claro, todos los años lo dejan a uno botado. Son como Luchos Herreras. Pareciera que solo salen de su cueva para la Media.
Esa corrida por la NQS es como correr en un tugurio. Sé que no es fácil cambiar el recorrido, pero ahora que Bogotá se va a popularizar aún más, el sentido de la estética debería ser una variable para considerar.
¿Y no vas a criticar nada, Diego? Claro que sí. Esa corrida por la NQS es como correr en un tugurio. Sé que no es fácil cambiar el recorrido, pero ahora que Bogotá se va a popularizar aún más, el sentido de la estética debería ser una variable para considerar. Es un tramo despedidor que, si acaso, debiera estar al inicio, no al final.
En fin, pese a mi tiempo de desvalido, me reconcilié con la carrera, y quizás con el ‘running’. Vamos a ver si logro volver a los 90 kilómetros semanales, a las 9 horas de sueño, y a la alimentación sin gaseosa, Choco Krispis y mecato. Si hay algo que he aprendido en este deporte es que la disciplina es la llave del éxito. Ah, y que no todo es Garmin.
DIEGO SANTOS
Analista digital
En X: @DiegoASantos