La famosa frase entró oficialmente en el vocabulario político de la república en 1878. Ese año el líder del Congreso, Rafael Núñez, al darle posesión al nuevo presidente, Julián Trujillo, planteó la "disyuntiva" que enfrentaba el país: "regeneración istrativa fundamental" o "catástrofe".
Desde entonces la "regeneración" adquirió connotaciones políticas asociadas con la figura que presidió el destino de los colombianos en buena parte del último cuarto del siglo diecinueve, y que dirigió el proceso de transformación institucional que marcó de manera tan significativa la historia nacional desde 1886 hasta décadas recientes.
Es una historia cuya interpretación ha estado generalmente dominada, desde sus orígenes, por pasiones partidistas. El nuevo libro de Daniel Gutiérrez Ardila ofrece un refrescante, valioso y lúcido examen sobre el "proceso político y constituyente que transformó a Colombia" (La Regeneración, Bogotá, Taurus, 2024).
Gutiérrez Ardila advierte los retos de su empeño, en particular el desafío de "destrabar la tensa bipolaridad que (...) ha condicionado desde el comienzo", la "evaluación de esta coyuntura": la bipolaridad, maniquea y personalizada alrededor de Núñez, se intensificó a partir de la década de 1930, cuando las confrontaciones bipartidistas se exacerbaban.
Gutiérrez Ardila propone revisar el proceso que condujo a la Regeneración y su criatura, la Constitución de 1886. Busca distinguir entre los eventos que llevaron a la transformación ocurrida entre 1875 y 1886 y los desarrollos del régimen regenerador que desembocaron en la catástrofe de la guerra de los Mil Días.
El libro de Gutiérrez Ardila representa
a una nueva generación de historiadores que
nos invitan a reconsiderar el pasado colombiano por encima de
tanto prejuicio.
Fue una transformación de extraordinarias dimensiones. De escasos precedentes en la historia constitucional de Colombia –tal fue, por ejemplo, el paso de un país confederado a uno unitario–. ¿Cómo fue posible ese proceso?
Gutiérrez Ardila destaca el consenso entre las fuerzas políticas entonces en disputa alrededor de la necesidad de reformas, sobre todo para resolver los serios problemas de orden público. Pero la Regeneración estuvo lejos de ser un programa reformista claramente predefinido. Fue prácticamente la “consecuencia de la contienda civil” de 1885, cuando los radicales se levantaron en armas contra el gobierno de Núñez, elegido a la presidencia un año antes.
Por supuesto que Núñez fue un arquitecto central del proyecto regenerador. Pero el trabajo de Gutiérrez Ardila tiene la virtud de "desnuñizar" el análisis. Al protagonismo de aquella figura emblemática hay que contraponer "las fuerzas políticas en pugna", "la estructura regional del poder" y "un proceso constituyente complejo". Estos son los aspectos que ocupan la mayor atención de su excelente libro, que Gutiérrez Ardila analiza con minuciosidad.
Gutiérrez Ardila no endiosa ni demoniza a ninguno de los regímenes y partidos involucrados en el proceso. Le reconoce atributos al sistema constitucional de Rionegro e identifica sus falencias. Núñez no está libre de críticas, pero se ofrece un retrato balanceado, de un mandatario con poderes limitados.
El examen del proceso constitucional muestra los "encuentros, desencuentros y transacciones" entre los principales protagonistas. Si bien hubo rompimientos fundamentales con el régimen de Rionegro, hubo importantes continuidades en la carta regeneracionista.
El libro de Gutiérrez Ardila es un aporte de gran valor a nuestra historia. Es un trabajo rico en sus fuentes, tanto secundarias como primarias y en archivos muy poco explorados. Representativo, además, de una nueva generación de historiadores que nos invitan a reconsiderar el pasado colombiano por encima de tanto prejuicio.