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Sobre el qué y el cómo
Un ‘qué’ sin ‘cómo’ es un discurso inocuo, no importa qué tan fogoso sea el orador.

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En todos los campos de la actividad humana es absolutamente esencial tener clara la distinción entre el ‘qué’ se debe hacer y el ‘cómo’ se hace. Me han dicho que es un tema que se ve en el prekínder de las carreras de Economía y istración.
El ‘qué’ se refiere a objetivos y metas; el ‘cómo’, a estrategias y a procesos para lograrlas. Puede haber varios ‘cómos’ válidos para el mismo ‘qué’; pero todos deben cumplir condiciones de factibilidad, oportunidad en tiempo y lugar, y sobre todo contar con ejecutores que saben lo que hacen. Deben estar siempre equilibrados. Un ‘qué’ sin ‘cómo’ es un discurso inocuo, no importa qué tan fogoso sea el orador. Un ‘cómo’ sin su ‘qué’ está desorientado, es caótico.
El Gobierno tiene problemas con esto. Está lleno de ‘qués’ pero es extraordinariamente torpe en el ‘cómo’. Propone que los abuelitos y la señora de los tintos tengan su pensión, pero se enreda en la forma de financiarlas. La salud para todos es un muy buen ‘qué’, pero las complejidades operativas y financieras del sistema se magnifican. Que haya educación gratuita: ¡sí, claro! Pero cómo se hace para que sea para todos, de calidad, y que ese derecho que llaman en el proyecto de ley “progresivo” no se vuelva eternamente progresivo, como el chascarrillo brasileño de que “ellos son el país del futuro, y siempre lo serán”.
La Constitución reconoce que puede ser cambiada, porque en el mundo todo cambia, porque pudo haber errores en su concepción, o sencillamente porque hoy la gente piensa diferente. Los constituyentes diseñaron un ‘cómo’ se cambia. Fueron muy exigentes en los requerimientos porque, así como reconocieron que el cambio puede hacerse, también tenían claro que no en cualquier circunstancia o por capricho. Su exigencia central fue que una gran mayoría manifestara su acuerdo. Pero para definir mayoría también hay un ‘cómo’. Se necesitan representatividad amplia, quorum y conteo de votos riguroso y controlado.
El Presidente dice que no quiere una asamblea constituyente, sino que actúe el “poder constituyente”. No están claros los ‘cómo’. Cómo se convoca, cómo se asegura que los convocados representan la voluntad de todos y no solo de grupos escogidos, cómo se redacta, cómo se aprueba, en fin...
Nadie se sorprendió con la decisión de la Corte Constitucional declarando inexequible la ley que creó el Ministerio de la Igualdad. La aspiración de igualdad es altamente meritoria y la gran mayoría del universo la comparte (sobre todo en su sentido de equidad), pero hay condiciones para que un ministerio pueda funcionar. Uno de los componentes del ‘cómo’ es la provisión de los recursos necesarios.
El gran Kant se planteó tres ‘qués’ fundamentales: ¿qué puedo conocer?, ¿qué debo hacer? y ¿qué puedo esperar?
El gran Kant se planteó tres ‘qués’ fundamentales: ¿qué puedo conocer?, ¿qué debo hacer? y ¿qué puedo esperar? Después de eso escribió miles de páginas sobre ellos, porque hay mucha tela para cortar entre la manifestación de una aspiración y su realización. No pretendo que todos en el Gobierno las lean (uno que otro bastaría), pero al menos aquellas lecciones del prekínder de istración debían estar aprendidas.
@mwassermannl
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