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Sobre la superioridad moral de occidente

El gobierno norteamericano sigue acudiendo a las atrocidades cometidas por Hamás para justificar el genocidio contra el pueblo palestino.

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(También le puede interesar: La sublevación de los estudiantes)

Bien nos enseñó Edward Said, uno de los padres del poscolonialismo, que el oriental no es más que un personaje ficticio que reduce una diversidad cultural infinita a una serie de estereotipos (e.g., primitivo, irracional, violento y fanático), a través de los cuales otro personaje ficticio, el occidental, ha pretendido venderse a sí mismo como todo lo contrario (e.g., civilizado, racional, pacífico y moderado). Se trata de un mito que ha logrado arrodillar a millones de fieles a pesar de que se rehúsan a aceptar su fanatismo.

​Pero si hay un evento que pone a temblar los cimientos de este mito hasta derrumbar los pilares que lo sostienen, es el genocidio que se lleva a cabo en la Franja de Gaza no a pesar de, sino con la complicidad de potencias occidentales como Estados Unidos, Reino Unido y Alemania. Y si de esta complicidad aún quedaban dudas, estas han quedado despejadas el pasado domingo, cuando las Fuerzas de Defensa de Israel dispararon proyectiles GBU-39 —diseñados y proveídos por Estados Unidos según un reporte del New York Times— contra el campo de refugiados Tel al-Sultan en la ciudad de Rafah, el cual desató un devastador incendio que dejó decenas de muertos y cientos de heridos. Los videos de esta masacre dan fe de los alaridos, sollozos, escombros y cenizas a los que quedaron sometidos quienes allí se refugiaban.
Lo peor de todo es que hay una solución para ponerle freno a esta marea de sangre: el Consejo de Seguridad de la ONU puede obligar a Israel a detener el genocidio por medio de una resolución vinculante.
Pero ni siquiera semejante masacre, según confirmó el portavoz del Departamento de Defensa John Kirby, ha sido suficiente para cruzar las líneas rojas que ha trazado Biden para retirarle el apoyo armamentístico y económico al genocidio que lidera Netanyahu. Por supuesto, para cruzar estas líneas rojas tampoco ha sido suficiente el que esta guerra haya cobrado más de 35.000 vidas palestinas, ni el que se trate del conflicto del siglo XXI con la mayor taza de muertes por día (más de cuatro veces las de Ucrania o Irak) según reporta el medio Al Jazeera, ni el que Israel esté bombardeando directamente campos de refugiados y valiéndose de la hambruna como arma de guerra. De hecho, que el fiscal del TPI Karim Khan pretenda juzgar penalmente a Netanyahu y a su ministro de Defensa por valerse de la hambruna de más de 1 millón de palestinos para ganar la guerra, a Biden le parece “escandaloso”.

El gobierno norteamericano sigue acudiendo a las atrocidades cometidas por Hamás el pasado 7 de octubre para justificar el genocidio contra el pueblo palestino. Pero al hacerlo, olvida uno de los principios básicos del Derecho Internacional Humanitario previsto en la norma 140: los crímenes de guerra cometidos por un lado jamás justifican los crímenes de guerra cometidos por el otro. Lo peor de todo es que hay una solución para ponerle freno a esta marea de sangre: el Consejo de Seguridad de la ONU puede obligar a Israel a detener el genocidio por medio de una resolución vinculante con medidas que abarcan desde bloqueos económicos, marítimos y aéreos hasta acciones militares. El problema es que para que esto prospere se necesita el visto bueno de quien se rehúsa hacerlo: Joe Biden, el mismo que ahora alega ser el escudero de la democracia norteamericana. ¡Vaya demócrata!

La historia tiene reservado un merecido lugar para quienes, como Biden, posan de progresistas a la vez que se hacen los de la vista gorda ante las más despiadadas atrocidades: se los lleva el carajo.

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