El actual presidente Ruso es la encarnación de todo aquello que Mijail Gorbachov cuestionó y quiso enmendar en su país; por lo tanto no es de extrañar su ausencia en el funeral del expresidente. Ante su muerte, en medio de la infame guerra contra Ucrania, muchos ciudadanos del pueblo ruso se atrevieron a expresarle gratitud ante su tumba pese al temor a represalias. Uno de ellos dijo a la DW (televisión Alemana): “nos dio la libertad que nos dejamos quitar muy pronto de las manos. Lástima que existan tan pocos como él”.
En el mundo civilizado hay una lectura unánime contra la guerra ucraniana: es sinónimo de despotismo, negación de la autonomía de los pueblos a su autodeterminación, destrucción de libertades individuales, ejercicio abusivo del poder, portazo al camino de la diplomacia, censura a toda clase de oposición, tierra arrasada, paz fallida, destrucción de los pueblos y sus lazos de sangre y cultura. En una palabra: barbarie. El peor camino para un mundo que no aprende la lección después de 21 siglos de tragedias. El camino equivocado al que Gorbachov tuvo el valor de denunciar y que quiso desandar, con poca suerte, porque conservadores y radicales lo acorralaron.
La guerra de Ucrania para mí tiene una sola lectura: la verdad estaba y sigue estando del lado de Mijail. No hubo que esperar mucho tiempo para que la historia le diera la razón. Nos queda a los ciudadanos del mundo aprender la lección. La verdad nos estalla en el rostro.
Gorby fue, como dirigente soviético, protagonista de primera línea de todos los oprobios que son propios de un sistema que niega la libertad y practica una economía centralizada e inviable. Comprendió la urgencia de cambiar todo aquello y su propuesta fue seguida por millones de ciudadanos oprimidos, empezando por los hombres y mujeres de Alemania del Este que picaron el Muro de Berlín con sus propias manos. Sus enemigos dentro y fuera de la URSS lo acusaron de ser el culpable de la caída de este régimen, pero quienes tuvimos la suerte de presenciar aquella fiesta de libertad sabemos que fueron los ciudadanos libres los que dieron en masa la espalda a un sistema oprobioso.
Para hacernos creer que funciona, se ensaña en una mujer joven, Aida Victoria Merlano, porque supuestamente ayudó a su madre a escapar.
“La libertad de los demás y la nuestra propia es el argumento más fuerte en favor de las políticas seguidas por mí”, escribió. Su obsesión fue el desarme y la paz mundial. Por eso el mejor homenaje hacia él es la búsqueda de la paz amenazada.
APARTE. Quiero hoy también expresar mi indignación contra la llamada justicia que se está practicando en Colombia. Para hacernos creer que funciona, se ensaña en una mujer joven, Aida Victoria Merlano, porque supuestamente ayudó a su madre a escapar. Este sistema se hace el de la vista gorda ante toda clase de delitos que cometen los caciques electorales y, en cambio, carga toda su batería contra un eslabón débil de la cadena. Por favor, que la justicia sea justa realmente, que nos muestre cuántos políticos de peso han sido condenados por compra de votos, delito que ha acompañado todas las contiendas electorales del país. Que la Fiscalía nos muestre cifras y hechos concretos contra los violadores de niños, que campean por las calles buscando más presas fáciles, que nos informe cuántos contratistas ladrones están condenados y pagando por robar el dinero del estado, de viudas y jubilados que quedan en la ruina ante sus fechorías.
Llegó la hora de que las mujeres que han estado en la política, y saben cómo funcionan las maquinarias en contra de nuestro género, levanten la voz para pedir libertad para esta joven que si se equivocó, no por ello es uno de esos delincuentes que a plena conciencia y alevosía han hecho daño a personas e instituciones o uno de aquellos funcionarios públicos que utiliza el poder para hacerse al dinero de los más necesitados.
Me adhiero a las mujeres públicas como Natalia París y Yina Calderón que se han atrevido a levantar la voz por Aida Victoria.
SONIA GÓMEZ GÓMEZ