“Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida”, dijo el escritor Vargas Llosa en un festival hispanoamericano de escritores. Y en su ‘lectura’ sobre el coronavirus escribió en 'El País' de España, en marzo último: “…Nadie parece advertir que nada de esto podría estar ocurriendo en el mundo si China Popular fuera un país libre y democrático y no la dictadura que es. Por lo menos un médico prestigioso, y acaso fueran varios, detectó este virus con mucha anticipación y, en vez de tomar las medidas correspondientes, el Gobierno intentó ocultar la noticia, y silenció esa voz o esas voces sensatas y trató de impedir que la noticia se difundiera, como hacen todas las dictaduras”. Este texto le valió la censura de sus libros en China y el rechazo de ese país. Pero, para el mundo, lo ocurrido ya estaba en boca de todos.
Es que, hablando de ‘lecturas’, lo que el covid-19 ha mostrado con esta pandemia es que el mundo está gobernado peligrosamente, tanto en Oriente como en Occidente, por dictadores, ineptos, locos y megalómanos que son culpables de la terrible extensión del virus, con todo su impacto. Y si bien ninguna de las teorías sobre su origen puede darse como segura, es un hecho conocido por el mundo que la noticia sobre su aparición tardó en ser pública y que la OMS no reaccionó inmediatamente cuando conoció de su peligrosidad, cosa que aprovechó Donald Trump para poner humo a sus crasos errores con esta pandemia.
En otras palabras, las dictaduras y los gobiernos totalitarios son pestes que arrastran pestes, entre ellas la peor de todas: la carencia de libertad para moverse y opinar libremente. Por eso tales regímenes hay que detenerlos con la palabra y la acción de todos los ciudadanos del mundo. Los totalitarismos avanzan, les abrimos las puertas, les entregamos nuestros recursos y nuestras mejores empresas… todo por el maldito dinero y la corrupción de nuestros gobernantes. ¡El covid-19 nos habla!
Pero, hay que decirlo también, es igualmente grave que en países supuestamente democráticos estén entronizados individuos ineptos, megalómanos e irresponsables, que ciudadanos igualmente irracionales e ignorantes han llevado al poder con sus votos. Las ‘perlas’ que se han visto en América Latina nos tienen que hacer caer en la cuenta de que más allá del covid 19, lo que tenemos es que restaurar las democracias y quitárselas a los payasos.
No es ninguna novedad lo que digo. Lo ha repetido la prensa muchas veces: gobernantes de países como Estados Unidos, Reino Unido, España, Italia, Brasil, México –más unos que otros– han pronunciado frases tristemente célebres sobre “esa gripita que llaman covid-19”, frases que pasarán a las páginas de la historia no solo por increíbles y absurdas, sino porque detrás de ellas ha habido muchas muertes evitables. Algo así como un genocidio.
En el caso Colombiano, por fortuna, considero que el manejo de la pandemia ha sido equilibrado y sensato, y hago el primer reconocimiento para la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, que, pese a sus críticos, no ha hecho otra cosa que dar alarmas tempranas –aun antes de que el Gobierno Nacional las hiciera sonar– y se ha mantenido firme en su postura de que primero hay que salvar la vida de las personas, especialmente las más vulnerables, que son las que siempre resultan contagiadas.
Eso no es populismo, es responsabilidad y cordura. Como lo dijo el alcalde de Medellín en reciente entrevista en un noticiero nacional, entre el presidente Iván Duque y esta alcaldesa no hay conflictos; ambos están trabajando por la misma causa y con el mismo ahínco. Han dado ejemplo en América. No le metamos política al asunto.
Pero volviendo a ese más allá del covid-19, se ha hecho elogios merecidos a las democracias medianas de Corea del Sur y Taiwán, y como dice Roger Cohen (arriba citado), ha demostrado que “la gran competencia de déspotas y demócratas por la ventaja en el siglo XXI sigue abierta”. Y yo agrego: está claro que nuestro papel en esa competencia puede significar la diferencia entre la vida y la muerte, la salud o la enfermedad, la guerra o la paz.
El tema de la salud pasará con el covid-19 –ojalá– a primera fila, lo mismo que los cambios al sistema capitalista. Como dice el presidente francés Macron, tenemos que volver a lo humano sobre lo económico, y sobre todo a un mundo donde el poder sea para servir y no para oprimir y acallar al pueblo.
Sonia Gómez Gómez