En buena medida, el éxito de la campaña de Gustavo Petro se debió a la estrategia de presentarlo como un candidato más moderado que antes, alejado de las insensateces que han caracterizado a los populismos del continente. Pero, como en casi todo intento de rebranding, hay algo postizo en ello, algo que no casa. Como si a uno lo pusieran a armar un rompecabezas sin avisarle que han revuelto la mitad de las piezas de una caja con la mitad de otra.
Vale preguntarse, por tanto, qué tan moderado es este Petro modelo 2022. ¿Abandonó realmente sus posturas radicales, en particular en lo económico?
Su campaña proyecta que sí. Han procurado presentarlo incluso como un defensor de la economía de mercado. Pero el pasado no perdona y Petro no puede negar que ha expresado posiciones tan anticuadamente antimercado como que “privatizar [LO PÚBLICO]es corrupción”. Y que en 2010 escribió (sic): “Nosotros somos el socialismo del siglo 21 y lo de Chávez es el socialismo del siglo 20 yo no expropio la propiedad de los trabajadores”.
Ese tuit, por cierto, fue borrado en los últimos meses, pero no antes de que algunos lo archiváramos. Pueden leerlo
aquí.
Me dirán que eso fue hace 12 años y que la gente tiene derecho a cambiar de opinión. Y sí. Así que volvamos al presente y veamos quiénes rodean a Petro hoy, y quiénes lo apoyan: Francia Márquez, declarada anticapitalista; Piedad Córdoba, exaltadora de ‘Tirofijo’ (aunque ahora que le resulta incómoda, Petro la aparta). Thomas Piketty, economista que propone un viraje al socialismo. José Luis Rodríguez Zapatero, expresidente español, defensor de Nicolás Maduro. Pablo Iglesias, político de la extrema izquierda española, exasesor de Hugo Chávez. Y siguen nombres.
Frente a Petro, las sirenas de alarma suenan más fuerte que los partes de tranquilidad
Me dirán que es un disparate inconstitucional creer que Petro pueda instaurar un régimen socialista en Colombia. Y sí. Pero no hace falta una economía plenamente socialista para descarrilar un país; con un poco basta. Así pasó en Argentina y Venezuela. Nunca fueron Estados propiamente socialistas, pero eso no impidió que políticas “sociales”, similares a las que defiende el Pacto Histórico, devastaran sus economías y empobrecieran más a los más pobres.
Me dirán que Colombia está “blindada”, que nuestras instituciones nos protegen de los extremismos. Es un argumento popular por estos días. Pero hay algo curioso: muchos de quienes lo esgrimen también acusan al gobierno actual de violar la independencia de los organismos de control. Al fin qué: ¿el país está “blindado” o los guardianes de la institucionalidad son susceptibles de captura por el Ejecutivo?
Yo no apostaría un bolívar digital (o como se llame la divisa venezolana esta semana) por el supuesto blindaje del Estado colombiano frente a un líder mesiánico y adanista. Si algo caracteriza a nuestro sistema es su vulnerabilidad al enmermelamiento, cosa que no cambiará solo porque cambie el sabor de la mermelada. Menos aún bajo el gobierno que propone el Pacto, atiborrado de gasto, intervencionismo y nuevos programas sociales; es decir, más burocracia, más poder para los políticos, más combustible para la corrupción. Y Petro está rodeado, además de extremoizquierdistas, de maestros mermeladeros.
En cuestiones ambientales hay algo llamado principio de precaución, que recomienda cautela en situaciones en las que haya riesgo de cometer errores fatídicos. La izquierda lo invoca con frecuencia, aunque sea un principio en esencia conservador. Pienso aplicarlo a mi voto de hoy, y los invito a que hagan lo mismo. Las sirenas de alarma superan por mucho a las garantías de tranquilidad. No anuncio mi candidato, porque mientras escribía esta frase todavía no me había decidido. Pero tengo claro por quién no debemos votar.
THIERRY WAYS
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