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Una economía maniatada

Petro buscará poner hasta el acuerdo con las Farc al servicio de su visión estatista de la sociedad.

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EMPRESARIO E INGENIEROActualizado:

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El acuerdo firmado entre las Farc y el gobierno de Juan Manuel Santos tiene una dualidad que es muy evidente al leer el texto. Ciertas secciones, las más precisas, tienen que ver con la justicia transicional que se creó para las Farc y sus víctimas: en ellas se habla de penas alternativas, de las condiciones para acceder a ellas, de la arquitectura de la JEP, etc.
Otros capítulos, en cambio, parecen más un plan de desarrollo que un acuerdo para desmovilizar a una guerrilla. Esas secciones, como opiné en su momento, me parecieron una debilidad del acuerdo. Así uno crea, como Pablo VI en la encíclica ‘Populorum progressio’, que “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, el lugar para fijar el derrotero de ese desarrollo es acá, en Colombia, con una representación de la sociedad colombiana, no en La Habana, Cuba, con unos alzados en armas que, como luego lo confirmarían sus resultados electorales, no representaban a nadie.
Pero al menos el acuerdo no planteó un “cambio de modelo económico”. La exclusión de esa frase imprecisa –lo único claro es que suele ser esgrimida por enemigos del modelo capitalista– ayudó a que la negociación la apoyaran más o menos la mitad de los colombianos. Si se hubiera aceptado virar hacia un modelo económico más del agrado de las Farc –ignorando la advertencia de los restos humeantes del chavismo–, la derrota del ‘Sí’ en el plebiscito habría sido aplastante.
Al presidente Petro, sin embargo, le parece que la negociación se quedó corta justo en ese aspecto: en la transformación del modelo económico del país. En un encuentro en Medellín, criticó el acuerdo por no haberse ocupado de asuntos como el “conocimiento”, la “universidad” y la “industrialización”. Como si las Farc y La Habana, insisto, hubieran sido el interlocutor y el escenario apropiados para discutir esos asuntos. Propuso el Presidente, finalmente, que el acuerdo se modifique para introducir esos y otros temas.
Más explícito fue el senador del Pacto Histórico Wilson Arias, quien, en un trino de hace unos días, dijo directamente que la paz de Santos era una “paz neoliberal”.
¿Qué cambios al modelo económico quisiera introducir el mandatario? Mucho puede colegirse de sus reformas y discursos. El Presidente tolera la economía de libre mercado, pero a regañadientes. En su intervención desde el balcón de la Plaza de Armas dijo, con cierto énfasis: “No estamos pidiendo el socialismo... ni una sociedad utópica que no sabemos ni cómo construir”. Pero de inmediato dejó claro que no le disgusta la idea: “Otras generaciones lo harán, quizá la que ya nazca”.
A Petro hay que escucharlo con atención, pues entre las líneas de sus pronunciamientos suelen estar escritas sus intenciones. Y al escucharlo con atención, se perfila su ideal de sociedad: una masivamente estatizada bajo dos argumentos –o pretextos–: la lucha contra el cambio climático y la búsqueda de la ‘paz total’ (o incluso la paz ‘global’, como dice un artículo del Plan Nacional de Desarrollo). Sería una sociedad que, sin ser socialista, adoptaría muchas formas de concentración de poder del socialismo. En lugar de una economía de mercado regulada por el Estado, sería una economía de mercado maniatada por el Estado.
Todas las reformas del Pacto Histórico van en esa dirección: minimizar el rol de la iniciativa privada en el país. Y todo estaba prefigurado desde la campaña, incluso mucho antes. Quienes no votamos por el Presidente lo hicimos en gran medida por esa razón, porque no compartimos su visión estatizante. Otros, que ven con buenos ojos la transferencia de poder del ciudadano privado a la clase política –que no es el “pueblo”–, votaron por él, como es natural. Quienes no querían eso e igual lo apoyaron, no sé qué estarían pensando.
THIERRY WAYS
En Twitter: @tways

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