¿Un mundo perfecto?

Ayer, estimados lectores, amanecí algo Confucio, como dizque dijo Lao Tse. No lo Tse. Aunque no se necesita ser filósofo chino para ver los contrasentidos, paradojas o ‘parajodas’ de este mundo que vive entre la opulencia y la miseria, entre la paz y la guerra.

ceX, la empresa de don Elon Musk, el dueño de X, un señor que gracias a Dios no regatea a la hora de mercar, realizó la primera caminata espacial en una misión privada. La misión Polaris Dawn, comandada por el magnate gringo Jared Isaacman y tres personas más. Él y una empleada de SpaceX, Sarah Gillis, salieron por la escotilla a más de 700 kilómetros de altitud, miraron la Tierra, cada uno por unos diez minutos, tranquilos, como quien les echa ojo a los árboles por la ventana.

Todo salió viento en popis. ¿O es en popa? Se demorarán unos cinco días por allá, lejos del mundanal ruido, calmando el estrés del metro, o la pena por la última masacre en una escuela de EE. UU., de golpe viendo desechos espaciales, o tal vez, por desgracia, lo que será como el encender de una cerilla, que puede ser un misil de los que se lanzan aquí los humanos inhumanos, o algunas de las tantas cortinas de humo por ahí.

Pero seguro, allá sí habrá algo de paz. Salió bien el viaje. Esta vez querían, sobre todo, probar los trajes de caminata espacial de la compañía. Lo que significa que los viajes al espacio pronto serán una realidad. Que a lo mejor los terminales en la Tierra van a estar congestionados, no como cuando aquí nos quedamos sin gasolina para los aviones, pero habrá filas y cobrarán por llevar mascotas, o cenizas humanas.

Todo va a cambiar, hasta los suvenires: “Mira –no se debe decir muñeca, menos de la mafia–, amor, te traje esta piedrita de la Luna”. O “Mira –como decía un lucero–, te conseguí en Marte este frasquito de agua”. Porque por lo visto allá la va a haber más que aquí. Y así. Pues, como vamos, nos tocará irnos de esta casa común. Y común tiro.

Porque lo pone a pensar a uno la frase del señor Isaacman a la empresa: “SpaceX, volvemos a casa. Tenemos mucho trabajo que hacer, pero desde aquí la Tierra se ve como un mundo perfecto”. Desde allá, pero aquí nos estamos matando, como locos.

Según funcionarios de salud del territorio palestino, van más de 40.000 muertos, muchos niños y mujeres, desde aquel fatídico 7 de octubre cuando los terroristas de Hamás atacaron brutalmente a Israel, mataron a más de 1.200 y secuestraron a 250. De esos 40.000, más de 13.800 eran niños, que hoy serán ángeles.

En este mundo, donde se bombardea sin apuntar, en Ucrania, otra desgracia: recientes cifras de Naciones Unidas hablan de cerca de 8.000 civiles muertos; de ellos, más de 400 eran niños. Más ángeles, pero un dolor infinito. Y se dice que han caído unos 50.000 soldados rusos. Y Putin, por ahí pescando.

Y no hablemos de lo nuestro, dicen las parejas en las que uno de los dos siente que le van a dar un golpe de Estado. Aquí los grupos armados ilegales se siguen fortaleciendo, continúan matando y desplazando. Según la Defensoría del Pueblo, el año pasado 121.000 personas fueron víctimas de desplazamiento forzado interno. Y no tienen para viajes al espacio. Tampoco los valientes líderes sociales, en especial los defensores de esta tierra, que se ve linda desde arriba. El año pasado, aquí fueron asesinados 79. Y lo grave es que Bogotá peligra con quedarse sin agua, y la Costa, sin energía. Lindo planeta.

Como por ahora los viajes al espacio son para muy pocos, hay que ver cómo nos acomodamos aquí. Necesitamos ser mejores ciudadanos, mejores gobernantes, mejores congresistas, menos corruptos, con menos odio, menos violentos. Escuchemos clamores como el del alcalde de Quibdó para salvar a los jóvenes y para salvar el país. Que podamos decir, de verdad, que hay amor y amistad.