Hablaba yo esta semana, queridos lectores, con unos jóvenes profesionales sobre nuestro país. El de la belleza o el de la tristeza. Y les decía, tratando de usar un lenguaje elegante, de altura, que no atinaba a justipreciar aquellas frases que se escuchan a menudo salidas desde la jerga del pesimismo, como “qué país este en el que nos tocó vivir”, “este es el peor país del mundo”, “este país definitivamente se lo llevó el maligno”. Dije así, maligno, ante los atildados interlocutores.
Pues, una de ellas, con ojos verde esperanza, dijo espontánea, franca y en tono alto: “Pues tampoco es que hoy uno pueda decir así, que qué chimba de país tenemos, no. Pero no el peor, un cagadero invivible. Hay problemas, muchos, pero no es Haití, ni Venezuela ni muchos otros donde no hay libertades...”.
Y dijo más, como dice Poncho Rentería. Y se armó la charla con los muchachos, en la que se tocó lo bueno, lo regular y lo malo de esta esquina suramericana. “No es que sea una chimba de país”, pero salió mucho de lo feo y doloroso. Inevitablemente, la coca. Inclusive se comentó que la C de Colombia debería ser de café, de cacao, de caña, de cumbia, de caribe, de Caño Cristales, de curuba, de coco, pero no de coca, que nos lleva a la caca. “Ni con C de corrupción”, comentó otro, desde la jerga del realismo trágico.
Y en esas dos ces, coca y corrupción, es donde desgraciadamente terminan muchas charlas, y muchas vidas. La coca fue la peor desgracia. Estos días, por ejemplo, de nuestro país se habla en Washington con C no de café, sino de coca. Primero porque el tío Biden presentó el lunes el presupuesto de gastos para Colombia para el año entrante y fue el más bajo de su mandato: 413 millones de dólares. Que es una platica que alcanza para una fiesta de 15 años. Es decir, 15 años de fiesta de un corrupto, pero el año pasado había solicitado 444 millones. ¿Se está apretando el cinturón el tío Biden? ¿Nos han perdido la fe?
Con los muchachos pensamos en que estamos en un momento en que es verdad que el Gobierno la puede estar embarrando con C, en algunos frentes.
Y adivinen la embarrada con C. La mayor reducción fue en la partida para la financiar la lucha contra la droga, es decir, la coca, por lo cual los narcos brindarán con C de coñac. Ese rubro bajó de 160 melones de dólares a 135.
Y, para completar el cuadro, se habla de nosotros en Estados Unidos porque le parecen bajas las metas de lucha contra los cultivos. Claro que ellos tienen mucho que ver porque allá es donde hay otra C, de clientela. Pero la meta de erradicación de 10.000 hectáreas, la mitad del año pasado, les parece poco. En el gobierno de Duque, en 2022 se erradicaron 68.893. Y en 2021, 103.000.
Pero, con todo, hoy hay unas 230.000 hectáreas. Lo cual es grave, porque parece que así como crecen los cultivos, crecen los grupos armados, con C de clanes. Y entonces la ‘paz total’ se ve más complicada, más lejana.
También se habló con C de Congreso, que posiblemente hunda la reforma de la salud, que debe ser replanteada, pero que se distrae en un proyecto para aprobar el transfuguismo, que es autorizar el libertinaje en la política, pues uno se puede cambiar de partido como de calzado, o con C de calzones. ¿Y los principios pasan al final? ¿Y cuáles partidos?
Con los muchachos pensamos en que estamos en un momento en que es verdad que el Gobierno la puede estar embarrando con C, en algunos frentes. Pero que aquí se necesita urgentemente trabajar con c de consenso. Por ejemplo, en el tema de la sustitución. Hay ser más ambiciosos. ¿Diez mil hectáreas? Hay que atacar los grandes cultivos y ofrecer oportunidades y protección a los pequeños cultivadores, que pueden ser coaccionados por las mafias. Consenso para las reformas, para el desorden público, donde la gente ya está haciendo justicia por mano propia. No nos dividan más. Que no todo sea con C de calle. Si nos unimos, si el Presidente aplica la C de convocar, podríamos tener una chimba de país; si no, nos vamos de C, de costalazo.