Tenemos que despertar hacia otro espíritu más auténtico y transformador, salir de esta anestesia anímica y tomar el camino existencial con la mente despierta y el corazón activo. Al igual que los ecosistemas mantienen el aliento en el mundo, también cada uno de nosotros está llamado a ser pasto viviente, sin otro interés que el soplo donante.
Desde luego, no está siendo nada fácil la tarea de mantenernos vivos y libres. Defender la supervivencia, cuidarla y promoverla, es tarea de todos y de cada uno de nosotros. Hemos de implicarnos en restaurar el mundo natural, pero también el universo de lo armónico. Sin duda, hemos sobrepasado todos los límites, nadie respeta a nadie, ni suele considerar el Derecho Internacional Humanitario. Con esta atmósfera tan corrompida, va a resultar difícil levantar vuelo, crear un orbe mejor y más hermanado.
Por desgracia, siempre se repite la misma historia, cada ser no piensa más que en sí mismo. El yo, siempre el yo en los labios, sin deseos de conciliarse con ese astro inmenso lleno de posibilidades. No olvidemos que vivimos mientras nos renovamos, porque los vínculos no se han hecho para enviciarnos o destruirnos, sino para amarnos, revivirnos e injertarnos de secuencias. Esta es la cuestión, nadie puede subsistir por sí mismo. Auxiliarnos unos a otros, es la primera necesidad, para restarnos fatigas.
Seguramente, después de haber palpado la fragilidad que caracteriza la realidad humana y nuestra existencia personal, mantener nuestra propia continuidad como linaje nos insta a cuidar de forma conjunta la morada universal, a luchar contra el virus de la desigualdad, con garantía de un trabajo digno para todos. Sea como fuere, requerimos de la sanación para revertir esta degradación humana que nos apedrea nuestros interiores.
Amparar la supervivencia ha de formar parte de los pasos en el diario existencial de cada uno. Para la mayoría de nosotros es el proceder que no llevamos, porque hemos caído en el terreno de la falsedad. Es verídico que la presión que ejercen los poderosos terrenales es tan fuerte como dominadora, hasta el extremo de que todo se sustenta en la ley del más fuerte, en la disgregación de valores y principios, en las fáciles ganancias y en los divertimentos del derroche; influyendo inevitablemente en nuestro modo de actuar, lo que debe hacernos repensar, una vez más, en quien es resplandor de vida desde la cruz.
VÍCTOR CORCOBA HERRERO