Tener una ilusión del futuro hace la vida más llevadera. No es estoicismo; es supervivencia. Desde lo más profundo de las entrañas, que a veces confundimos con el alma, nace una ráfaga de esperanza con tanta fuerza que permite sobrellevar un mal momento.
¿Cuál habrá sido ese motor de Bolívar, en su primer exilio político en Curazao, que lo llevó a mantener el estímulo? ¿Qué palabras se habrá repetido Edmond Dantés en la prisión de If o Dédalo en la isla de Creta para soportar y creer que tiempos mejores vendrían?
Los hinchas de Santa Fe tienen una frase que alentaría las noches más frías y lluviosas de cualquiera. Son palabras que se cantan en los buenos momentos y se gritan en la mañana después de la derrota.
“Volveremos, volveremos a ser campeones como la primera vez”.
Que no es una predicción. Es un acto de fe pura. Es una invitación a seguir disfrutando uno de esos placeres extraños que da felicidad e infelicidad en un abrir y cerrar de marcadores. Es un bálsamo cicatrizante, también, que hace que la manada avance a pesar del desaire y la tiniebla.
Pues es ahí, al día siguiente de la terrible noche, cuando se mide el carácter real de una persona. Es al subir el párpado y recordar que no despertamos victoriosos, que el mal sueño existió, cuando debemos decidir cómo enfrentar ese y el resto de los días.
Durante casi dos meses, para Bolívar, 14 años para Dantés y otros tantos para Dédalo, las mañanas llegaban en medio de una adversidad donde nacía la virtud, en medio de vientos que arreciaban fuerte mientras sus raíces se hacían más fuertes.
Durante 37 años así eran todos los días de la mayoría de los hinchas rojos. Luego todo cambió. Y desde ahí vivimos en carne propia y experimentamos con escalofrío las sensaciones de, a veces volver a ser un ganador que gana y otras veces volver a ser el ganador que pierde.
El pasado 16 de junio amaneció catorce minutos más temprano que de costumbre en Bogotá, mientras las bufandas y camisetas seguían colgadas, aún empapadas. El ambiente frío hacía eco del helaje que hace en los estadios vacíos. No llovió. Por la razón que fuera, la noche anterior ya había caído toda el agua que había disponible en el centro del país. En Bucaramanga, por esas cosas que solo el fútbol sabe explicar, ya había salido el sol desde las 10:00 p. m. de la noche anterior, y sus hinchas aún seguían llorando alegremente.
Únicamente la pasión hace que un día amanezca brillante a pesar de las circunstancias. Los hinchas de Santa Fe despertamos después de perder una final con la frente en alto, como nos enseñaron los homenajeados, previo al partido: Pandolfi, Alfoncito, Leider, el tren y Ómar, que no fueron próceres libertadores ni condes o arquitectos griegos, pero tienen el reconocimiento y respeto de héroes e ídolos que entregan niños y viejos por igual.
Amanecimos con la fuerza y pasión que invita a ilusionarnos nuevamente; nos levantamos con la satisfacción de haber dado todo lo que teníamos. Porque ese partido lo ganamos en cinco minutos con puro amor, así al final no importe, así –como dice Hebbel– a la historia le sea indiferente como ocurren las cosas, pues siempre se pondrá del lado del victorioso.
Ese 16 de junio amanecimos orgullosos de la garra que heredamos, con la intuición de que nos recuperaremos, habrá revancha y unión en la victoria, y con esa bendita palabra que no se va de nuestras cabezas: ¡Volveremos!
ALEJANDRO RIVEROS