Un interesante ejercicio de consulta llevó a cabo el programa Bogotá Cómo Vamos (BCV) para indagar acerca de cómo están percibiendo los jóvenes la ciudad. Y decimos que es interesante porque han sido ellos y ellas, precisamente, los protagonistas de los más recientes debates que han acaparado la atención de la sociedad, incluyendo, cómo no, las jornadas de protesta social que vivió el país durante varios meses. Los resultados del estudio invitan a grandes reflexiones. Si bien la medición se hizo en agosto, cuando apenas se superaban las jornadas de agitación, sin duda ha sido este segmento de la sociedad –en particular los de 18 a 25 años– el que ha llevado la peor parte.
El confinamiento, la educación virtual, la pérdida de empleos y serios problemas de salud mental se ensañaron contra este grupo de forma dramática. No es casual, entonces, que hoy sean los más críticos del gobierno distrital y los más pesimistas frente al futuro. Dice la encuesta de Sensata, hecha entre más de 6.000 personas, que este segmento de la población es el que siente menos optimismo con la ciudad (8 por ciento cree que las cosas van por buen camino), los que perciben que Bogotá no les brinda seguridad (3 por ciento se siente seguro) y los que creen que hoy están más pobres que antes (47 por ciento). Y lo más dramático: son los que con mayor dureza califican la gestión de la alcaldesa Claudia López. Apenas un 17 por ciento tiene una imagen favorable de ella.
La misma situación se repite en otras 16 ciudades donde se aplicó la encuesta: la baja calificación a la gestión de los alcaldes y una marcada percepción del incremento de la pobreza, entre el 40 y 50 por ciento, y de la pérdida del empleo.
Más espacios de participación y empleo pueden contribuir a que los jóvenes superen sus preocupaciones.
En el caso de Bogotá, llama la atención esa ruptura entre los jóvenes y el gobierno distrital, en particular con la alcaldesa. Cabe recordar que fue con la bandera de los jóvenes y las mujeres con la que se hizo elegir hace casi dos años. Y fue por esos muchachos que López dio un giro en su política social para atender los reclamos de ellas y ellos en la calle: “perdón por no haber comprendido sus angustias y reclamos”, les dijo entonces. Parte de esta estrategia, además de reasignar millonarios recursos para el rescate social de la ciudad, fue la de acelerar procesos para brindar educación superior gratuita a más de 15.000 jóvenes, vacunar a miles de maestros y ordenar la reapertura plena de las actividades comerciales para que volviera el empleo, además de pedir reformas a la policía para proteger a los manifestantes.
¿Dónde está la desconexión? ¿A qué horas se perdió la química? Más allá de la coyuntura política, los jóvenes, según la encuesta, detectan que es el empleo, la seguridad y la falta de participación lo que los aleja de ella. Y recuperar estos frentes toma tiempo, necesita del compromiso de otros, como los empresarios, y muchos proyectos aún están sin ejecutar. Los muchachos han brillado por su ausencia en discusiones como la del POT, por ejemplo, y la sociedad ha construido alrededor de ellos una narrativa que los vuelve parte del problema y no de la solución. Escucharlos más, visibilizarlos mejor, promover jornadas de empleabilidad y proteger su integridad puede ser el camino para recuperar esa confianza perdida. Tarea difícil, pero no imposible.
EDITORIAL