El impacto del aumento del calor extremo está afectando gravemente muchos aspectos de la vida humana, entre ellos la salud y el bienestar de los niños en todo el mundo.
Según un reciente análisis del Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef), 466 millones de menores, cifra equivalente a uno de cada cinco, residen en áreas donde se registra al menos el doble de días de calor extremo en comparación con hace seis décadas. De hecho, actualmente enfrentan temperaturas superiores a 35°C durante más de la mitad del año, para mayor agravante, en condiciones que a menudo carecen de la infraestructura necesaria para su protección.
El estrés térmico inducido por el calor extremo puede desencadenar serias complicaciones para la salud, como problemas en el embarazo, malnutrición infantil y la proliferación de enfermedades relacionadas con el calor, como el paludismo y el dengue. Además, se observan impactos negativos en el desarrollo neurológico y la salud mental de los menores. En América Latina, aproximadamente 48 millones de niños enfrentan condiciones de calor extremo significativamente mayores que las de hace 60 años.
Es crucial reconocer que los menores en Colombia no están exentos de estos riesgos climáticos. Inundaciones y sequías también representan amenazas graves para su salud y bienestar. Bajo el marco de promoción de la salud y prevención de enfermedades, que es un derecho fundamental, es imperativo que se tomen medidas urgentes para enfrentar estos desafíos.
La protección y el fortalecimiento del derecho a la salud requieren una respuesta coordinada y eficaz que garantice un entorno saludable y seguro para todos los niños. Es un asunto clave. Desconocer los estragos del cambio climático es favorecer e incrementar estos estragos que atentan contra la vida y el bienestar de todos.