Vacunarse contra el covid-19, según la evidencia científica, hoy más que nunca es una medida salvadora. Los estudios son claros al comprobar que una persona sin inmunizarse tiene hasta nueve veces más probabilidad de morir por causa de variantes prevalentes que quienes sí lo han hecho.
En Colombia, esto está verificado por análisis en la vida real que demuestran que este riesgo es consistente en todas las edades a partir de los 30 años, sin dejar de lado que a los no vacunados no solo los ronda el Sars-CoV-2 con su amenaza de muerte, sino también el riesgo de enfermar gravemente, con los desenlaces que esto puede tener.
Ahora bien, en momentos en que ómicron hace presencia y se ha encontrado que en casi todos los países la mortalidad y hospitalización que desencadena es proporcionalmente más baja que con las anteriores variantes en comparación con el volumen de contagios, también hay que tener en cuenta que las personas más susceptibles de afectarse son aquellas que no están inmunizadas o quienes padeciendo enfermedades crónicas o comorbilidades específicas no hayan recibido sus refuerzos.
No sobra la salvedad de que frente a la nueva variante la efectividad de las vacunas para prevenir los contagios se ve disminuida, especialmente –como lo asegura el Ministerio de Salud– en quienes no hayan recibido dosis adicionales. Sin embargo, dado que la posibilidad de prevenir las formas más graves depende de un mecanismo llamado inmunidad celular, esta sigue siendo alta, incluso con los esquemas completos, de ahí que sea ineludible hacer un llamado para que quienes aún no lo han hecho acudan prontamente a los puestos de vacunación.
Ubicar a estas personas para desplegar una campaña amplia de pedagogía que las lleve vacunarse sería una gran labor para beneficio de todos.
Si bien Colombia tiene coberturas de vacunación por encima del 80 por ciento en personas de entre 50 y 69 años, y del 90 por ciento en población de 70 años y más, al poner la lupa en todos los grupos de edad, algo más de ocho millones de personas tienen solo una dosis, lo que las deja expuestas a potenciales afectaciones de un virus que hoy se transmite con gran facilidad.
Aquí hay que ser enfáticos e insistir en que no existen excusas valederas que justifiquen el actuar de este grupo humano, dado que ya tuvieron o con los biológicos, por lo que no pueden considerarse abiertamente antivacunas y cualquier condición que los aleje de esta cita podría solucionarse fácilmente.
Llama la atención que la mayoría de personas con esquemas incompletos estén por debajo de los 25 años. Esto exige voltear a mirar hacia ellos para identificar con premura las posibles causas de estas conductas para tratar de entenderlas y solucionarlas prontamente, pues si bien en estas edades la probabilidad de enfermar o de morir por covid-19 es muy baja, eso no es proporcional a la capacidad de transmitir el virus en momentos en que se requiere con urgencia frenar su circulación.
Ubicar a estas personas, ya identificadas en los puestos de vacunación, para desplegar hacia ellas una campaña amplia de pedagogía que termine en una sana invitación a vacunarse sería una gran labor para beneficio de todos, en momentos en que aumentan las cifras de muertes por la infausta ómicron.
EDITORIAL