La amplia derrota del Partido Socialista –en el poder en España– en las elecciones municipales y regionales confirmó con contundencia que el péndulo político del país empezó a girar a la derecha tras los cinco años de gobierno de Pedro Sánchez. Pero no todo está escrito. Políticos, analistas y ciudadanos intentaban resolver esta semana la pregunta sobre si este giro es irreversible, y más cuando Sánchez introdujo otra incógnita a la ecuación: adelantar las elecciones generales de diciembre al 23 de julio.
Lo concreto es que el conservador Partido Popular (PP) se impuso con el 31,53 por ciento de los votos a los socialistas, que apenas llegaron al 28,11 y perdieron por una diferencia de alrededor de 800.000 votos. Además, fueron los más votados en 28 de las 50 capitales de provincia, así como en diez de las doce regiones en liza.
El partido liderado por Alberto Núñez Feijóo, que desde ya se pone en primera línea del partidor para la carrera presidencial, se quedó con algunos de los más importantes botines, al conquistar las alcaldías de Sevilla y Valencia, y se confirmó con mayoría absoluta en la ciudad y la región de Madrid. Un éxito mayor para la derecha, incluyendo al partido Vox, que podría ser clave en la configuración de los nuevos gobiernos locales.
El descalabro de la izquierda fue de tal magnitud que sus líderes llamaron a un periodo de reflexión y a sacar lecciones de las equivocaciones que los llevaron a merecer un castigo semejante, lo que fue interrumpido en seco por el adelanto electoral, pero no hace perder de vista la lánguida suerte del partido Unidas Podemos, el compañero de la coalición de gobierno, más a la izquierda del Psoe, que quedó al borde de la irrelevancia. El liberal Ciudadanos desapareció del mapa.
Será poco más de un mes y medio en el que la derecha intentará no permitir que se le escape de las manos la victoria, y con una izquierda que contra el reloj buscará ordenar la casa para salvar los trastes. Vibra la democracia española, y eso hay que resaltarlo.
EDITORIAL