Un año atrás era descrito como el principal dolor de cabeza de la política económica en Colombia. Se trata del ritmo del índice de precios al consumidor, que al cierre del primer trimestre de 2023 llegó a su registro más alto en lo que va del siglo, al superar el 13 por ciento anual.
Ahora la situación se ve mucho más manejable, aunque las mediciones correspondientes a mayo y junio dan la impresión de que, en lugar de mejora, hay un estancamiento. El motivo es que la inflación se ha mantenido en cercanías del 7,2 por ciento anual, un nivel que aún supera la meta de largo plazo establecida por el Banco de la República, que es un rango de entre 2 y 4 por ciento anual.
Para los pesimistas, así será muy difícil mantener la carestía en cintura. Peor todavía es que si sigue en el mismo escalón, se vería complicado que el Emisor logre bajar su tasa de interés, lo que, de suceder, les ayudaría mucho al consumo y la inversión si el costo de los créditos también disminuye. Dado el lento crecimiento de la economía, ello equivaldría a posponer las esperanzas de una reactivación apoyada por la demanda interna.
La lectura de junio, con parte positivo, no impide señalar que tanto la comida como los arriendos experimentaron un repunte inesperado.
En respuesta, la mayoría de los analistas conservan la calma. Para comenzar, quienes saben de estas cosas subrayan que en los últimos dos meses ha existido aquello que se conoce como “efecto base”, pues las lecturas de hace un año durante el mismo lapso fueron moderadas.
Debido a ello, la expectativa es que la velocidad de incremento de los precios vuelva a ralentizarse en los meses que vienen. Desde ese punto de vista, sigue siendo factible que al cierre de 2024 el alza de la canasta familiar esté por debajo del 6 por ciento anual que pronostican el Ministerio de Hacienda y la mayoría de las firmas que hacen proyecciones.
Más que un simple anhelo, vale la pena resaltar que hay indicios alentadores. Por ejemplo, los especialistas le prestan mucha atención al concepto de inflación básica, que excluye componentes que se caracterizan por su volatilidad como los alimentos. En la lectura de junio el parte fue positivo, lo cual quiere decir que la senda es favorable.
Tal lectura no impide señalar que tanto la comida como los arriendos experimentaron un repunte inesperado el mes pasado, que debería ser pasajero. En esto lo importante es que el Banco de la República siga haciendo su tarea con el fin de que las expectativas respecto a los reajustes presentes y futuros se moderen.
Dicho lo anterior, se ve totalmente viable que vengan rebajas adicionales en los intereses, sin por ello comprometer el objetivo de retornar en 2025 a una cifra que se ubique dentro de la meta inflacionaria ya señalada. Para que esto ocurra, el Gobierno deberá poner de su parte cuando llegue el momento de definir el nuevo salario mínimo.
Con razón, la istración Petro podrá decir que en lo corrido de este año los trabajadores han mejorado su ingreso real, pues la remuneración mínima tuvo un alza del 12 por ciento a partir del pasado primero de enero, que supera con creces la de la canasta básica de bienes y servicios. Si las cosas se hacen bien, será posible continuar por el camino de disminución de la pobreza. Con razón se dice que son las personas de menores ingresos las que más sufren cuando la inflación sube. Disminuirla es una buena manera de hacer política social.