Hoy Gabriel García Márquez cumpliría 97 años. Hoy aparece su novela póstuma, En agosto nos vemos, que era una vieja promesa, pero ahora es una realidad que –en palabras de sus hijos– muestra los más fascinantes rasgos de su talento: “Su capacidad de invención, la poesía del lenguaje, la narrativa cautivadora, su entendimiento del ser humano y su cariño por sus vivencias y sus desventuras, sobre todo en el amor, posiblemente el tema principal de toda su obra”. El mundo de los libros está atento, de hemisferio a hemisferio, a ese último ejemplo de su maestría. A diez años de la muerte del autor, se trata del reconocimiento de que su voz hace parte del patrimonio de los lectores de todas las lenguas.
En agosto nos vemos fue, en un principio, un magnífico cuento publicado en la revista Cambio. Se fue volviendo luego una novela en busca de un gran final, pero una que García Márquez jamás terminó de pulir. Su borrador quedó a salvo en los archivos personales del autor en la Universidad de Texas, y no solo entre sus herederos, sino entre los lectores que alcanzaron a conocer a su protagonista, la nostálgica Ana Magdalena Bach, ya estaba sembrada la ilusión de conocer la resolución de esos viajes a aquella isla en la que está enterrado un pasado. Que ahora aparezca, publicada por Penguin Random House, es un reconocimiento a sus seguidores.
La torre Colpatria se ha iluminado para celebrar este día. Una vez más, García Márquez está en todos los diarios y todos los anaqueles. Una vez más, hoy, los expertos y los aficionados están devorándose una novela suya a la caza de hallazgos y de lecciones de vida. Pocos escritores han sido tan evocados a su paso por la Tierra, pero ahora que ya no está, y sus relatos empiezan a ser también series de televisión, y sus trabajos menos conocidos encuentran un lugar entre su obra, es una buena oportunidad para celebrar la fortuna de tenerlo.
EDITORIAL