Chile amaneció ayer con un nuevo presidente constitucional, en cabeza de una joven figura política de izquierda, el diputado Gabriel Boric, de apenas 35 años –el más joven en la historia política de esa nación–, que hizo su carrera a través del movimiento estudiantil y quien venció al ultraderechista José Antonio Kast, en forma amplia, con un 55,87 % de la votación. Llega así a reemplazar a Sebastián Piñera, quien lo invitó ayer a un diálogo en el Palacio de la Moneda. Esta es una elección muy importante y significativa no solo para Chile, sino para la región en general.
Con esta victoria, producto de una coalición del Frente Amplio y el Partido Comunista, inicialmente Boric, quien se describe como un ecologista, feminista y regionalista, rompe el curso del establecimiento político actual y cambia muchas líneas de los últimos años. Por lo pronto, hay comprensible nerviosismo entre la dirigencia de la clase tradicional y empresarial. Pero la mayoría, especialmente la juventud, celebra el cambio. Y él, apenas pocas horas después de su triunfo envió un mensaje con el cual busca atajar el nerviosismo de varios sectores: "Seré el presidente de Chile, de todos los chilenos; no gobernaré solo entre cuatro paredes". Una señal que en todo caso no impidió el retroceso del peso chileno ni la caída del principal índice bursátil en más de un 6 por ciento.
El hecho claro es que esta nación ha decidido dar un giro a la izquierda, una que, según los analistas, es moderna y moderada. El mismo Boric así lo recalca y ha dicho, además, que rechaza los modelos de extrema izquierda de Venezuela y de Cuba. Es decir, este no es el triunfo del socialismo del siglo XXI ni del ala populista latinoamericana. Por delante tiene la obligación de traducir con hechos su promesa de respeto con el modelo democrático y las instituciones. Y, en todo caso, sí podría convertirse en un importante referente para la región por lo que significa para la renovación política de su país.
Este no es, dicen analistas, el triunfo del socialismo del siglo XXI ni del ala populista latinoamericana. Hay que desearle suerte a esta nación.
El momento es crucial y el nuevo gobernante tiene grandes retos. A pesar de las altas expectativas que provoca su asunción, hay que poner la lupa sobre la naturaleza de sus medidas económicas, pues la economía chilena ha gozado de una salud envidiable que no debe perder su rumbo.
La ampliación de los derechos sociales que anunció Boric, quien se posesionará el 11 de marzo de 2022, implica una alta factura cuya financiación puede crear tensiones con sectores empresariales. El estado de bienestar y otros conceptos que abundaron en Europa han sufrido un brusco retroceso debido a las crisis económicas, por lo que llama la atención la fórmula de Boric para lograr avances en tal sentido. Eso es lo que preocupa a los inversionistas.
Y tiene otros desafíos fundamentales. Nada menos que luchar contra la polarización, trabajar con un Congreso dividido, además del proceso de redacción de una nueva Constitución –que reemplazará a la del dictador Augusto Pinochet– que se fraguó en 2019 bajo el llamado ‘estallido social’ y deberá estar consolidada a mediados de año.
América mira al país austral. Hay que desearle suerte a esta nación en su propósito de lograr un futuro mejor sobre la base de una economía pujante y una democracia sólida.
EDITORIAL