Tiene el ciclismo un ingrediente romántico que ya parece de antaño y quizás por eso cautiva tanto a quienes lo practican a nivel profesional. Y es que quien gane el campeonato de su país, en contrarreloj individual y ruta, adquiere el derecho a portar los colores de la bandera de su nación en su jersey durante un año.
Sin duda esto motivó a Egan Bernal, flamante campeón nacional de ambas modalidades tras los campeonatos celebrados con éxito en Bucaramanga. Pero hubo más. Bastante más. El único colombiano en ganar un Tour de Francia estuvo hace tres años al borde de la muerte. La pregunta no era si volvía a competir, sino si volvía a respirar. Un accidente en Gachancipá mientras entrenaba con su equipo lo dejó agonizante.
El único colombiano en ganar un Tour de Francia estuvo hace tres años al borde de la muerte. La pregunta no era si volvía a competir, sino si volvía a respirar
Lo que viene después es una historia que bien merece llegar un día a la pantalla grande. El llamado joven maravilla vio cómo en un segundo sus prioridades y propósitos de vida cambiaron radicalmente. Ya no se trataba de estar en lo más alto, de acumular glorias, sino de agradecerles a la vida y a Dios, como lo dejó claro, una nueva oportunidad sobre la tierra. La perspectiva cambia radicalmente. Todo es gratitud, todo es ganancia para el de Zipaquirá.
Y fue en esa tónica que asumió su regreso a las carreras, donde se encontró con monstruos de los quilates de Tadej Pogacar y Jonas Vingegaard difícilmente derrotables. Una realidad que no lo amedrentó ni disminuyó. Al contrario, con la fuerza que solo da el haber superado un trance tan difícil, siguió haciendo lo que le gusta, con una pasión y una capacidad de goce que antes no tenía. Y así logró volver a subirse a lo más alto de un podio después de más de 1.347 días y lo hizo dos veces. El recuerdo de esta victoria, tal vez no la más relevante, pero sí la más dulce de su carrera, le durará un año y vendrá en formato tricolor para dicha suya y de todo un país.
EDITORIAL