El pasado 23 de julio se celebraron 100 años de la creación del Banco de la República, en cumplimiento de la Ley 25 de 1923 y como producto de las recomendaciones de la primera Misión Kemmerer. En cuestión de dos semanas, el aparato institucional de las políticas monetarias, bancarias y de control fiscal experimentó una profunda transformación no solo con la fundación del banco central, sino también con la llegada de la Superintendencia Bancaria –la actual Superintendencia Financiera– y el departamento de Contraloría –hoy la Contraloría General de la República–.
Este centenario constituye el mejor momento para reconocer el rol jugado por una institución tan respetada en el desarrollo de la economía colombiana. La misión adscrita a la nueva entidad giró en torno a emitir la moneda legal de la Nación, a convertirse en el prestamista de última instancia y istración de las reservas nacionales del país. En décadas siguientes, el Emisor adoptó funciones de crédito de fomento y de control cambiario.
Muy pronto las autoridades del banco central incursionarían en áreas en las que hoy goza de reconocimiento generalizado. Por ejemplo, en materia cultural y de protección del patrimonio nacional, el Banco de la República creó la red de bibliotecas, museos y colecciones de arte, donde se destacan la Luis Ángel Arango y el Museo de Oro, orgullo arqueológico de todos los colombianos, con 84 años de tradición.
Su independencia es uno de los activos institucionales más poderosos con los que el Emisor alcanza este hito centenario.
La arquitectura institucional vigente del Banco de la República se le debe a la Constitución de 1991. La carta política creó la actual junta directiva como máxima autoridad cambiaria, monetaria y de crédito. La misión constitucional del “banquero de los bancos” se concentró en el “mantenimiento de la capacidad adquisitiva de la moneda”, que se refleja en el control de la inflación. Para lograrlo, ese esquema dotó al banco central de una autonomía del Ejecutivo que, sin haber evitado momentos de máxima tensión, ha logrado sostenerse en estas tres décadas.
Esta independencia es uno de los activos institucionales más poderosos con los que el Banco de la República alcanza este hito centenario. Una mirada al comportamiento de los índices de precios al consumidor en estos 32 años –que han experimentado una sustancial caída– les dio la razón a los constituyentes del 91 en el diseño y papel del Banco de la República.
En medio de un entorno altamente inflacionario, han regresado sobre la mesa las preocupaciones sobre la política de alzas a las tasas de interés. Con una inflación lejos de ser vencida, pero ya en una tendencia descendente, el Banco de la República celebra su centenario con todos los ojos puestos en sus próximas decisiones y en la lucha por retornar a una senda con los precios bajo control.
Más allá de esa coyuntura, el Banco de la República cumple 100 años como un ejemplo de una institución sólida, con un fuerte músculo técnico e investigativo, una huella constante en la cultura, las artes y el patrimonio nacional y un compromiso con el combate a la inflación. El Emisor mira también al futuro, que está en la digitalización y en la nueva economía. Un legado centenario que merece celebrarse.
EDITORIAL