El segundo relevo en la Dirección de la Policía Nacional en los dos años y seis meses que lleva el gobierno del presidente Gustavo Petro sorprende al país en un momento crítico.
El sorpresivo relevo del general William René Salamanca genera preocupación en muchos sectores, tanto por la situación de orden público –con la región del Catatumbo lejos de estar bajo control de las autoridades y con varios puntos más golpeados por la violencia organizada– como en materia política, por la crisis interna en el Gobierno que llevó a la salida, entre otros, del ministro de Defensa Iván Velásquez, que deja el cargo con cuestionable balance a causa del deterioro de la seguridad en los territorios.
Las razones de la renuncia del general Salamanca, que ha tenido una trayectoria de resultados y reconocimientos, no están suficientemente claras. En aras de la transparencia, lo mínimo que se espera de un oficial tan reconocido por los colombianos es una explicación sincera de la decisión de irse de la institución a la que volvió después haber pasado a retiro en mayo del 2023, llamado por el presidente Petro.
El jefe del Estado ha echado mano ahora de otro general retirado, Carlos Triana, que había salido en una de las purgas de altos oficiales que han golpeado a la Fuerza Pública en esta istración. En la hoja de vida del general Triana, quien venía desempeñándose como director de la Caja de Sueldos de la Policía Nacional, hay experiencia de sobra en cargos operativos y istrativos, como lo fue en su momento el Comando de la Policía Metropolitana de Bogotá.
El general Triana llega con grandes retos, empezando por la depuración interna y una cirugía a fondo de la Policía Fiscal Aduanera.
Ahora bien, inquieta que todas esas cualidades de Triana que hoy exalta el Gobierno no hubieran sido tenidas en cuenta en octubre del 2023, cuando precisamente el saliente ministro Velásquez y el general Salamanca consideraron que la nación podía prescindir de su experiencia. Con tres generales retirados devueltos al servicio desde agosto del 2022 –el tercero es el actual comandante del Ejército, Luis Cardozo–, el mensaje que envía el Gobierno al país y a las tropas es complejo. Por un lado, que en dichas purgas han salido, sin mayor análisis, valiosos oficiales cuya ausencia se siente hoy más que nunca, de cara al grave deterioro del orden público y la seguridad. Y por el otro, que el Presidente no parece considerar que entre los oficiales que siguen en la línea de mando haya las capacidades suficientes para comandar a la Fuerza Pública.
El general Triana llega con grandes retos, empezando por el de la depuración interna y una cirugía a fondo de la Policía Fiscal Aduanera (Polfa), necesidades acuciantes frente a la lucha contra ese gran corruptor que es el contrabando y que hoy ocupa de nuevo la agenda mediática a raíz de los tentáculos de alias Papá Pitufo.
Recuperar las capacidades de inteligencia estratégica de la Policía –que fue clave en los grandes golpes contra las Farc y los jefes de bandas criminales en décadas pasadas–, enderezar la estrategia antinarcóticos y, sobre todo, lograr resultados reales para que los colombianos se sientan más seguros en pueblos y ciudades son tareas urgentes que siguen pendientes.
El país espera esos y otros resultados del director de la Policía, un cargo cuya importancia para los colombianos fuerza a que quien lo ocupe tenga la suficiente identidad y autonomía para velar por los intereses más caros de la nación, más allá de las presiones y decisiones políticas.