Quien haya tenido la fortuna de asomarse a la nueva edición del Festival de Música de Cartagena, que terminará esta noche con un concierto de la Orquesta Sinfónica de la ciudad, le verá todo el sentido del mundo a que la Ley 2340 de 2023 lo haya llamado “Patrimonio Cultural de la Nación”. Su programación, presentada en lugares como la capilla del Santa Clara, el Teatro Adolfo Mejía, el Palacio de la Proclamación y el Centro de Convenciones, fue en verdad estupenda: una conversación conmovedora y brillante que investigó la estrecha relación de la música y la naturaleza, entre los compositores europeos y los compositores colombianos.
El tema de fondo del festival fue ese: “Sinfonía de la naturaleza”. Y, con semejante eje en mente, fueron apareciendo –muchas veces en transmisiones vía streaming– las obras extraordinarias de compositores europeos como Grieg, Vivaldi, Haydn, Nielsen, Halvorsen, Svendsen, Larsson, Sibelius, Schuman, pero también las melodías de nuestras tierras. Se asomó la música electrónica en un concierto que solo unos pocos pudieron ver. Se celebraron los grupos y los solistas. Se aplaudieron las conferencias. Se dieron, sin pausas, los seminarios y los talleres. Y se dieron, sobre todo, las reuniones de melómanos que tienen claro que el festival sigue siendo un evento extraordinario.
Fue a finales del año pasado cuando el Congreso de la República reconoció como Patrimonio Cultural de la Nación al Festival de Música de Cartagena, porque es una tradición de casi dos décadas, tanto de formación musical como de circulación de talentos, con vocación a llegar a todos los públicos. Su fundadora, Julia Salvi, que sacó adelante la idea en el año 2007, agradeció a los artistas, a los patrocinadores, a los amigos y a los talentos del festival “por este reconocimiento de gran valor histórico”. La edición que termina hoy ha sido digna de ese prestigio ganado a pulso.
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