De la valiosa entrega de los Premios Macondo, que no cayeron en la trampa de imitar las jornadas de Hollywood, sino que le apuntaron a un espectáculo que tuviera todo que ver con Colombia, habría que rescatar los nombres de los talentosos ganadores que han venido probando que el cine del país es cada vez más particular, pero sobre todo habría que comentar el reconocimiento por su vida y por su obra a la cineasta pionera Camila Loboguerrero. Fue, sin duda, un emocionante momento de la ceremonia en el Teatro Santander de Bucaramanga. El desparpajo y la sabiduría de Loboguerrero fueron un recordatorio de que debe reconocerse una tradición entre nuestros narradores cinematográficos.
El desparpajo y la sabiduría de Loboguerrero fueron un recordatorio de que debe reconocerse una tradición entre nuestros narradores cinematográficos
Loboguerrero, nacida en Bogotá en 1941, es la primera directora de largometrajes de ficción que dio el país: forma parte de una generación de artistas visuales llenos de talento que no contaron con el apoyo estatal para la producciones de sus proyectos, pero obras como ‘Con su música a otra parte’ (1984), ‘Vida de perros’ (1986) y ‘María Cano’ (1990), entre otras más que tendrían que ser recuperadas, siguen siendo piezas importantes en la historia de las películas colombianas, y continúan proponiendo el tema fundamental de la vida de las mujeres en un mundo pensando por y para los hombres.
El discurso de Loboguerrero fue el momento más importante e iluminador de los Premios Macondo: sirvió para reconocer el crecimiento del cine colombiano después de la ley 814 del 2003, que en los últimos veinte años nos llevó de tres a 70 largometrajes por año, y también para preguntarse por qué todas las películas que se están haciendo –y se están estrenando en salas– no consiguen llegar al público. “Hay Camila para rato”, dijo la cineasta luego de recibir su premio. Y es una buena noticia porque su voz sigue siendo necesaria para volver a un tiempo en el que los creadores colombianos cuenten con sus espectadores.
EDITORIAL