No fueron de buen recibo las palabras del presidente Gustavo Petro en la posesión de la nueva defensora del Pueblo, lris Marín Ortiz, en las que calificó a las mujeres periodistas de Colombia como “muñecas de la mafia”. Un comentario que no solo se sintió como una ofensa en el gremio periodístico sino que fue rechazado posteriormente por la misma Defensora. El mandatario ha tratado de aclarar su desafortunada frase, pero, sin duda, lo dicho, dicho está, con todas su letras.
En estos dos años de mandato el país se ha acostumbrado a declaraciones polémicas y desatinadas del Presidente. Él, en uso de la libertad de expresión, es dueño de sus opiniones, pero es bueno recordarle que su voz es la del primer mandatario de los colombianos y representa la propia majestad de la Presidencia de la República, que exigen un talante y mayores estándares de respeto. En un país donde desafortunadamente la mafia tiene implícito un delito, estigmatizar y generalizar es peligroso. Aquí las mujeres dedicadas a esta profesión cumplen una tarea muchas veces riesgosa, precisamente en la lucha contra lo que huela a mafia y delito. Por eso, además de injustas son inaceptables las palabras del mandatario. Quienes ostentan esa majestad en sus hombros deben llevar el discurso hecho y sopesado.
Es bueno saber, como lo recordó ayer la Fundación para la Libertad de Prensa, que entre 2023 y 2024 se han documentado 171 casos de agresiones contra mujeres periodistas, incluyendo 443 amenazas. Esta entidad recordó también que las mujeres periodistas han sido blanco habitual de acoso digital, situación que motivó un pronunciamiento de la Corte Constitucional ordenando la presentación de un proyecto de ley para contrarrestar este flagelo.
Cuando falta apenas una semana para el lanzamiento del fondo No es Hora de Callar para la protección a mujeres periodistas y comunicadoras víctimas de violencia, lo que menos se espera del primer mandatario son salidas en falso tan desafortunadas como esta.