En este espacio hemos hablado repetidas veces tanto del regreso de las salas de cine como del buen momento por el que pasan las producciones colombianas –y sin duda nunca será suficiente–, pero también vale la pena constatar no solo el crecimiento de nuestra escena teatral en los últimos años, sino celebrar la noticia de las aperturas de las extrañadas salas de los principales grupos escénicos del país. Durante la pandemia las instituciones teatrales, el Teatro Colón, el Teatro Nacional, el Teatro Petra, el Teatro Matacandelas o el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo hicieron lo mejor que pudieron para seguir adelante. Pero el segundo semestre de este 2021 ha sido el momento de la reapertura.
El Festival Internacional de Teatro de Cali recordó, por su asistencia y por su repertorio de las primeras tres semanas de agosto, los tiempos anteriores al covid. Y, a finales de septiembre y principios de este mes, el Festival Internacional de Teatro de Manizales supo combinar una programación presencial con una virtual. Pero la verdad es que en Bogotá, en Bucaramanga, en Medellín, desde hace meses se ha puesto en marcha un plan de recuperación de las salas basado en la presentación de obras populares –clásicos, adaptaciones, funciones de humor– que convocan e interpelan a los espectadores.
El Teatro Nacional ha vuelto a poner en escena sus comedias agridulces. El Teatro Santo Domingo ha apostado por convertirse en la sede principal del quinto Festival de música clásica de esta ciudad: ‘Bogotá es Barroco’. Y el Teatro Colón, empeñado en renovarse y en acercarse a las sensibilidades de hoy, no solo ha propuesto una nueva adaptación teatral de El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, dirigida por Jorge Alí Triana e interpretada por Laura García, sino que ha anunciado un cine concierto de Nosferatu para darle la bienvenida al día de las brujas. Está en pie el teatro colombiano. Ha sobrevivido. Y es de esperar que sus espectadores estén a la altura.
EDITORIAL