El 16 de octubre, hizo un año, el periodismo nacional fue sorprendido con la dolorosa noticia del aleve asesinato del periodista Rafael Emiro Moreno, en Montelíbano, sur de Córdoba, a manos de un sicario que le disparó en tres ocasiones en el restaurante Rafo Parrilla, que el comunicador, con gran esfuerzo, estaba comenzando a acreditar, con la ilusión de mejorar su situación económica.
El miserable crimen fue cometido por dos hombres que no han podido ser hallados por las autoridades. Persistir en su búsqueda es tan importante como encontrar al autor intelectual en la sombra, de los tantos para quienes el trabajo honesto y valiente de Rafael Moreno les era demasiado incómodo.
Él era un reportero independiente, apasionado por su oficio y defensor de los bienes públicos, de las causas morales y, por ende, de los intereses de la sociedad. Desde su página Voces de Córdoba, con 56.000 suscriptores, denunciaba la corrupción y la ilegalidad en todos los niveles. Pero esa valerosa tarea, en una zona donde imperan guerrillas, narcotráfico y economías ilegales, es muy peligrosa para un llanero solitario. Él lo era y no cejaba en su empeño a pesar de las amenazas contra su vida, que había alertado ante la Unidad Nacional de Protección. El día que lo asesinaron estaba solo, pese a que contaba con un esquema de seguridad asignado por la UNP.
“Si me van a matar, que me maten, pero no me van a silenciar”, les había dicho a quienes lo intimidaban. Lo hicieron, pero no sabían los asesinos que el comunicador dejó sus archivos investigativos a salvo, pues los puso en Forbidden Stories. A partir de esos archivos hoy 30 periodistas siguen su incansable tarea. El mejor homenaje a Moreno es que su crimen no quede impune, que la Fiscalía ponga más atención al caso y logre avances pronto, que sepamos más temprano que tarde quién está detrás del homicidio de este ejemplar periodista y que haya justicia. Porque la impunidad siempre será un triunfo de los victimarios y una bofetada a las víctimas.
EDITORIAL