La sola frase es inverosímil: en un par de días regresa a Bogotá, Colombia, el extraordinario Paul McCartney. Significa que doce años después de aquel concierto que cambió la vida de sus espectadores, o sea, el recital del 19 de abril de 2012 en el estadio El Campín, el compositor e intérprete más exitoso de la historia de la música popular –según su entrada en la Enciclopedia Británica no solo ha llegado a recibir sesenta discos de oro, sino que ha alcanzado la cifra de cien millones de discos sencillos vendidos– vuelve con su banda de estas últimas décadas a tocar algunas de las canciones más conocidas de todos los tiempos.
McCartney es un hombre de 82 años que no ha acusado recibo de su edad. Sus conciertos son una proeza de tres horas que ponen en escena una obra magnífica que empezó a finales de los años cincuenta en aquella banda de Liverpool que todo aquel que pisa la Tierra escucha alguna vez: The Beatles. Luego de la separación del grupo, que dejó una docena de álbumes difíciles de superar, McCartney podría haberse sentado a envejecer o haberse resignado a cantarle a la nostalgia por un cuarteto que sigue siendo un fenómeno cultural, pero se dedicó a montar como solista una obra alegre, compleja, retadora, plagada de nuevos clásicos, que solo su talento inagotable habría podido montar.
Es eso lo que hace increíble la noticia de su regreso a El Campín: que es la vuelta a Bogotá, este viernes, de un Beatle que fue capaz de hacer una segunda carrera después de pasar por la banda más grande que ha habido desde que el rock transformó la cultura. Los conciertos que ha estado dando en su gira latinoamericana, 37 canciones desde A Hard Day’s Night hasta The End, hacen prever una experiencia tan memorable como la de hace doce años. Ver a McCartney, con su recorrido por las composiciones que han enriquecido las vidas de millones de personas, es una fortuna.