Bogotá está lista para dar el salto en materia de calidad de su educación. Ese es el compromiso que ha adquirido la nueva titular de dicha cartera, Isabel Segovia, al dar a conocer las prioridades de la ciudad en este frente. Y razón no le falta, la realidad de los nuevos tiempos dan señales claras de que solo sociedades con óptimos estándares en enseñanza básica y media pueden avanzar en un mundo cada vez más desafiante y competitivo.
No se puede negar que sucesivos gobiernos han hecho de la educación una de sus principales banderas. Tanto en materia de infraestructura como en inyección de recursos, el salto ha sido inmenso. Solo en la istración que acaba de terminar se destinaron más de 2 billones de pesos para el sector y se terminaron, construyeron y diseñaron alrededor de 70 megacolegios y se entregaron 50.000 becas gratis.
La pandemia, en medio de todo, contribuyó a detectar las falencias que persistían y aún persisten en nuestros colegios. La falta de conectividad, de herramientas tecnológicas y de ambientes sanos para niños, niñas y adolescentes quedó en evidencia y fue atendida hasta donde fue posible. Pero la brecha sigue siendo amplia y hacia allá tienen que irrigarse los esfuerzos.
Una educación de calidad implica también entornos escolares seguros y una convivencia sana dentro de los planteles.
Los resultados de las más recientes pruebas Pisa, que evalúan la calidad de la educación entre de la Ocde, develaron que Bogotá sobresalió tanto en la región como en el país en matemáticas, ciencia y lectura. En todas ellas se obtuvieron puntajes superiores a los del año 2022, si bien la pandemia hizo estragos en el proceso de aprendizaje de los estudiantes de acá y de todo el mundo.
Pero quizás lo más llamativo de la propuesta de Segovia sea el énfasis que quiere poner en el tema del bilingüismo. La enseñanza de una segunda y tercera lengua en Bogotá, pero también en el resto del país, no da espera. Es un viejo anhelo de diversos gobiernos que hay que materializar a través de programas innovadores, capacitación del cuerpo docente, alianza con instituciones privadas y una metodología amigable, que convoque tanto a profesores como alumnos.
Cultivar este tipo de habilidades en las nuevas generaciones y desde temprana edad permite construir los cimientos de una sociedad más competitiva y conectada con el mundo, además de contribuir al cierre de brechas entre la educación pública y privada. Cualquier esfuerzo que se haga en ese sentido es poco, dado el rezago que se sigue teniendo frente a otras naciones.
Como decíamos al comienzo, Bogotá ha apostado duro por su educación y es hora de empezar a enfocar esfuerzos en el tema de calidad. Y ello requiere el compromiso ineludible de todos los actores de la comunidad educativa: de los 35.000 maestros que integran el cuerpo docente de la capital, de padres de familia, estudiantes y, por supuesto, del Gobierno distrital.
Finalmente, sobra decir que una educación de calidad implica también entornos escolares seguros y una convivencia sana dentro de los planteles. No se puede bajar la guardia en lo alcanzado hasta ahora para prevenir el abuso de niñas, niños y jóvenes. Y como dice la nueva secretaria, quizás el tema sea menos visible que la construcción de un centro educativo, pero no menos importante.
EDITORIAL