Los ataques hacia las mujeres en redes sociales se incrementan sin que haya soluciones a la vista. Diariamente las plataformas se inundan de comentarios denigrantes y violentos o de cadenas de odio, que la mayoría de las veces centran su 'argumento' en la sexualidad de las mujeres y no en sus capacidades intelectuales, políticas o profesionales. Lo más difícil es que aún no existen herramientas generadas por Facebook, Instagram, YouTube y Twitter que ayuden a solucionar el problema.
Casos como el ocurrido el pasado viernes, en el que un hombre entró a una mezquita en Nueva Zelanda y disparó indiscriminadamente contra un grupo de feligreses en oración, mientras transmitía todo por Facebook live, son un ejemplo de la falta de control o regulación.
Otro caso, ocurrido en Colombia hace un mes, en el que un periodista grabó el momento en que una mujer se suicidó con su hijo en Ibagué y lo transmitió a través de una red social, no solo atentan contra la dignidad de las víctimas si no que demuestra todo lo que falta por ajustar en las nuevas formas de comunicar.
En el caso del asesino de Nueva Zelanda, Facebook respondió borrando más de un millón de videos, pero aún continúan más de trescientos mil en la plataforma. La pregunta es, si esto sucede con un hecho masivo, ¿qué ocurre en los casos que llegan a comunidades pequeñas, pero que sin embrago tienen un alcance de miles de s? La realidad es que esas redes sociales, solo reaccionan después de que el daño está hecho y no en hacer algo de prevención.
En el podcast de esta semana de No Es Hora De Callar, Jineth Bedoya, subeditora de EL TIEMPO, habla con Wilsón Vega, editor de tecnología de EL TIEMPO, sobre este tema y los retos que se tienen a futuro.
“El algoritmo de Google puede distinguir entre un perro y un gato pero, cómo no va a entender si se está mostrando un hecho de violencia o de abuso”, señala Vega.
Las agresiones a mujeres no solo se quedan en un insulto o injuria por medio de redes, la suplantación de identidades termina afectando su ejercicio y su entorno. Este también es un llamado a la responsabilidad social de todas las personas que tienen cuentas en redes sociales, retuitear o compartir mensajes destructivos o injuriosos continúan con ese tipo de cadenas que apoyan la agresión inicial, convirtiendo a quien lo comparte en cómplice y agresor al mismo tiempo.
Los invitamos a escuchar el podcast de esta semana de #NoEsHoraDeCallar
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