Una reflexión sobre la religión, la libertad de cultos, el respeto, el amor y la espiritualidad consignó el precandidato presidencial Alejandro Gaviria en un texto que conoció EL TIEMPO.
El exministro habla de la importancia del respeto a las creencias de los demás, de lo que significa el "amor al prójimo" y sobre la necesidad de la existencia de la espiritualidad para los seres humanos. El siguiente es el texto completo:
Sobre la espiritualidad
Quiero hacer una breve reflexión en voz alta. Una reflexión sobre la espiritualidad. Me parece importante hacerlo al inicio de esta campaña presidencial. Puede ser útil para todos y todas. Puede despejar muchas dudas.
Hace algunos días, en una columna de un periódico nacional, un periodista preguntaba con curiosidad cómo voy a relacionarme con los creyentes. En otras palabras, cómo voy a explicar mis ideas, mi visión de la política y de la vida al padre que le da la bendición a su hijo en la mañana, la madre que se arrodilla en una iglesia o a la familia que despide a un ser querido con los santos óleos.
Quiero responder a esa pregunta con total sinceridad. Creo que tenemos una oportunidad muy valiosa para asumir entre todos este debate de la mejor manera, desde el respeto y la tolerancia. Esta es una oportunidad para reafirmar el espíritu de nuestra Constitución política que consagra la libertad de pensamiento y la libertad de culto como derechos fundamentales.
“Mientras que vemos que todo tipo de intolerancias fundamentalistas daña las relaciones entre personas, grupos y pueblos, vivamos y enseñemos nosotros el valor del respeto, el amor capaz de asumir la diferencia”, escribió el papa Francisco. “Un buen político da el primer paso para que resuenen todas la voces”, enfatizó.
Hace un año, durante los cierres por la pandemia, hubo una discusión sobre la reapertura de templos y lugares de culto. Muchos se opusieron argumentando que no era prioritario, que había otros asuntos más urgentes. Yo opiné entonces que las necesidades espirituales son importantes, tal vez las más importantes. Opiné que no podemos despreciarlas. Al contrario, debemos respetarlas y facilitarlas incluso en circunstancias excepcionales.
Enseñanzas de su padre
En medio de esa discusión, recordé una enseñanza de mi papá. No era un hombre muy creyente, pero le gustaba visitar iglesias por la atmósfera de solemnidad, de recogimiento, de silencio… Ese silencio tan escaso por estos días. Una vez, en una iglesia se encontró con un grupo de turistas riéndose, hablando a gritos. Les hizo un reclamo enfático. Cuando nos contó la historia, tendría yo unos ocho años, nos dijo “uno siempre tiene que respetar las creencias de los demás”. Esa vieja enseñanza de mi papá es hoy la base de mi actitud espiritual.
Cuando yo tenía cáncer, siendo ministro de salud, sin pelo, sin mucha energía, me ocurría algo conmovedor. Al terminar un evento público, las personas se acercaban a entregarme una imagen de la virgen, una oración, un escapulario. A veces se disculpaban, me decían “yo sé que usted no es católico”. Yo los escuchaba, les daba las gracias y guardaba todas las imágenes y oraciones como un testimonio del afecto. Todavía las guardo. Me recuerdan que no existe ningún conflicto entre nuestras creencias. Pues nos une algo esencial: nuestra humanidad.
No soy católico, pero creo en un mandamiento fundamental, uno que los resume y contiene a todos: el amor al prójimo. He tratado de practicarlo. No siempre lo he logrado, lo reconozco. Por eso me inquieta cuando alguien se sirve de la religión para odiar. Pues en el fondo de las grandes enseñanzas religiosas hay una invitación al amor, al perdón, a la compasión, a la reconciliación. Yo creo en esos valores, que para mí son profundamente espirituales. Y estoy dispuesto a defenderlos.
No soy católico, pero creo en un mandamiento fundamental, uno que los resume y contiene a todos: el amor al prójimo. He tratado de practicarlo. No siempre lo he logrado, lo reconozco.
Cuando murió mi papá y me acerqué a pedir permiso para leer la semblanza al final de la misa, el padre me dijo: “yo aprecio mucho su forma de pensar”. Confieso que no me lo esperaba. Pero me sentí muy complacido. Creo que el padre intentaba decirme que tenemos una visión compartida de la vida más allá de nuestras diferencias.
Yo creo en la espiritualidad. Así lo expresé en mi ideario de campaña. Dije que “conservar la espiritualidad en medio de todo es un ideal necesario”. Dije que “el humanismo, la reflexión sobre la experiencia humana, jamás pierde relevancia, nunca envejece, mantiene siempre su urgencia”. Y así lo creo.
La espiritualidad nos invita a reflexionar sobre el amor y la vida, sobre las fuerzas que nos unen en nuestra búsqueda de trascendencia. Y también nos invita a meditar sobre la muerte, sobre los seres que se van y sobre el mundo que dejaremos a quienes vienen después. La espiritualidad nos ayuda a ver nuestras falencias y nos muestra cómo superarlas.
Y existen diferentes formas de practicarla. Yo creo que todas son respetables. Todas son en último término similares.
Quisiera concluir entonces esta reflexión con un llamado a que nos tratemos con respeto. A que entendamos la esencia de la libertad de culto como lo que es: el respeto por las diferentes formas como los seres humanos afrontamos la vida y la muerte. No podemos olvidar que detrás de nuestras diferencias nos une esa la maravillosa y misteriosa experiencia de ser humanos aquí en la Tierra.
No debemos quedarnos atrapados en los debates del pasado. Podemos aprender a respetar nuestras diferencias, nuestra diversidad de pensamiento, y redescubrir lo importante: la humanidad que nos une.
Gracias.
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