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Noticia
¿Está emergiendo un nuevo populismo democrático en Colombia? / Análisis de Cecilia López
Con base en el libro 'La nueva soledad de América Latina', la exministra Cecilia López analiza al Gobierno.
Según López lo que vive el país no es sólo “producto de la personalidad del Presidente o de su convicción de lo que es ser un líder de izquierda, sino que parecería la aplicación de un manual”. Foto: Mauricio Moreno. Archivo EL TIEMPO
En medio de una investigación sobre el futuro de nuestra región, encontré el libro 'La nueva soledad de América Latina', una conversación entre el expresidente chileno Ricardo Lagos, el excanciller mexicano Jorge Castañeda y el intelectual Héctor Aguilar Chamín, de la misma nacionalidad. Este diálogo que se inició antes de la pandemia y terminó en 2022 es un diagnóstico muy amplio que incluye el débil crecimiento económico, el efecto de la geopolítica, el impacto del cambio climático, la necesidad de un estado de bienestar y la convulsión del cambio digital. Pero lo que más llama la atención son los desafíos de la democracia ante el populismo. Considero que es un texto que los colombianos debemos leer.
Es imposible desconocer que la política está copando la agenda nacional. Es el primer gobierno de izquierda en el país que se anunció como el gran cambio, algo que muchos socialdemócratas hemos reconocido como impostergable. Sin embargo, antes de cumplir dos años de gobierno, la evolución de este proceso está generando una dinámica inesperada.
Un discurso presidencial radical, excluyente y polarizante, que crea una visión pesimista sobre el futuro del país y, en consecuencia, unas expectativas negativas que sin duda frenan el crecimiento económico y dificultan las soluciones que amplios sectores esperan. Aunque este libro se publicó antes del inicio del gobierno Petro, nos ofrece herramientas para analizar la situación actual de Colombia y empezar a vislumbrar con preocupación lo que realmente puede llegar a significar el gobierno del cambio.
Cecilia Lopez Foto:iStock / Archivo EL TIEMPO
Dadas la fuerza de las palabras y la importancia de los autores, considero pertinente transcribir textualmente algunas de ellas. El filósofo, escritor y periodista Héctor Aguilar Chamín afirma: “Teníamos un método, muy imperfecto, pero era un método. Había unos partidos políticos, unos candidatos que hacían unas propuestas, la gente votaba (...) y a partir de eso tenías gobiernos con muchos recursos de conocimiento de su sociedad, con encuestas, con información estadística, con expertos, burocracias, gobiernos nacionales, gobiernos locales, economistas para medir qué está pasando en cada decil de ingreso. Pero tenías lo más importante de todo: la conexión con el mundo real de quienes tomaban las decisiones reales, es decir, de los políticos elegidos, muy imperfectamente, todo lo imperfectamente que se quiera, pero conectados con sus votantes”.
Sin embargo, de acuerdo con Aguilar, hoy existe una forma sustituta de la democracia. “No son dictaduras militares o civiles, al estilo de la Guerra Fría, sino diversas formas de populismo que nacen de la democracia misma pero que la van carcomiendo por dentro hasta desvirtuarla o desaparecerla. El primer rasgo común es que estos movimientos se dan en el entorno de una democracia.
Avanzan ganando elecciones, pero su triunfo tiene un matiz cualitativamente distinto que otro triunfo democrático, porque es un triunfo que se plantea como una liberación, como un nuevo inicio de la historia. No es el triunfo de un gobierno democrático que va a corregir aquí y allá. No, es una nueva fundación de la política y de la sociedad”.
Este autor define cómo es y cómo se comporta el líder populista que “se sitúa fuera de la sociedad real y promete cambiarla toda. Habla a nombre del pueblo, lo que quiere decir que en la sociedad no hay sino dos entidades: el pueblo y el no pueblo. Es, por tanto, un discurso antipluralista”. ¿No es esto lo que estamos viviendo? Y sigue Aguilar: “También es un discurso antielitista: se pronuncia contra el conjunto de las élites desprestigiadas y promete acabar con ellas”. Sin comentario.
Gustavo Petro, presidente de Colombia Foto:Presidencia
Sorprende cómo Héctor Aguilar anticipa lo que hoy estamos evidenciando. “Característico de esa promesa de cambio es que cuando el líder populista gana el poder en las elecciones y se vuelve gobierno, sigue hablando y actuando como oposición, sigue comportándose como el proyecto de cambio bueno, popular, que está siendo frenado, agredido, impedido, por el statu quo, por el mundo de los intereses podridos que este líder está derrotando o limpiando”. Y agrega que “ya en el poder, empieza la captura de los otros poderes. Primero el Congreso, el poder legislativo; luego el poder judicial, simultánea o sucesivamente la captura o la neutralización de los órganos autónomos del Estado, el órgano electoral, el banco central. Al mismo tiempo hay una ofensiva contra las organizaciones de la sociedad civil, adversarias naturales del movimiento del pueblo, junto con una contención de la libertad de los medios”.
Este análisis, realizado antes del cambio de gobierno en Colombia, permite pensar que lo que estamos viviendo en el país no es simplemente producto de la personalidad del Presidente o de su convicción de lo que es ser un líder de izquierda, sino que parecería la aplicación de un manual. Así lo interpreté al leer el siguiente párrafo de Héctor Aguilar: “Conforme el gobierno populista va logrando estas capturas y concentrando el poder, va cambiando las leyes sustantivamente, hasta plantearse la necesidad de una nueva Constitución, cuyo rasgo central es establecer primero la posibilidad de reelección y luego de reelección indefinida. Con muy pocos matices de fondo, este es el camino que han seguido Chávez, Putin, Recep Tayyip Erdogan, Evo Morales, Viktor Orbán, Trump, Bolsonaro, López Obrador, Bukele”.
¿Se aplica un manual?
¿Existe entonces la posibilidad de que en Colombia se esté aplicando el manual del líder populista? Sí, esta posibilidad existe porque es innegable que estamos viviendo situaciones parecidas a las que han sufrido los países cuyos líderes se mencionan. ¿Es posible negar los intentos del gobierno de cooptar a los congresistas con las viejas prácticas de comprar conciencias, o la confrontación con instituciones de otros poderes públicos, o con los medios de comunicación que se ha vuelto una práctica recurrente? ¿Qué hacer? Esta es la pregunta obvia. Por fortuna podemos estar a tiempo de identificar cuáles serían las herramientas adecuadas para enfrentar ese populismo y preservar un sistema que, aunque sea imperfecto, permita la concertación y el diálogo entre el Gobierno y los votantes para salvar el cambio que el país ha reclamado sin éxito.
Lo primero es que el gobierno Petro reconozca que pueblo somos todos, los 52 millones de colombianos, los que votaron por él y los que votaron en su contra, y que no siga alimentando la división entre unos y otros. Lo segundo, evitar el debilitamiento de la institucionalidad y por el contrario propiciar su fortalecimiento. Por fortuna, hoy vemos un Congreso de la República actuando como contrapeso, una justicia independiente y unas organizaciones sociales que expresan la necesidad de un cambio que se construya sobre lo que existe sin destruir lo ganado y sin romper los límites que la Constitución establece.
Lo tercero es reconocer la necesidad de políticas públicas realistas que generen crecimiento y recursos que permitan cerrar las brechas económicas y sociales que hoy más que nunca son evidentes e insostenibles políticamente. Pero es necesario que el país entero reconozca que el tiempo se agota porque no puede ignorarse que, dadas las injustificables y profundas desigualdades de esta sociedad, el populismo atrae votos, que hay mucha gente que quiere creer y que ve una salida rápida a su larga historia de marginación.
Es el momento de reflexiones profundas de todos los sectores del país. Nadie puede despreciar la trayectoria democrática de nuestra sociedad. Claro que llegó la hora del cambio, de construir ese estado de bienestar de que habla el presidente Lagos cuando afirma en ese libro:
“Creo que el estado de bienestar va a definir realmente qué clase de países vamos a tener al salir de la pandemia”. De comprometerse con esa sociedad más justa que no se ha dado en América Latina, y Colombia no es la excepción. Y esto es un imposible si la sociedad se divide, se enreda en confrontaciones permanentes, si el Estado no muestra resultados y si priman los odios sobre la búsqueda de consensos.
(*) Economista y política. Exministra de Agricultura y Desarrollo Rural en el gobierno de Gustavo Petro. Ha sido también ministra Medio Ambiente, directora del Departamento Nacional de Planeación y precandidata a la Presidencia de Colombia. Renunció al Partido Liberal en 2018.