La azitromicina es un antibiótico utilizado para tratar diversas infecciones bacterianas, como la neumonía, la bronquitis, la sinusitis, la faringitis y las infecciones de transmisión sexual como la clamidia y la gonorrea.
Este medicamento de venta bajo prescripción médica también puede conseguirse en diversas formas, como tabletas, cápsulas, suspensión y solución inyectable.
Según la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, la dosis y duración del tratamiento con azitromicina varían según la condición que se esté tratando y la edad del paciente.
Por lo general, se recomienda tomar el medicamento una vez al día, una hora antes o dos horas después de las comidas, y durante el tiempo indicado por el médico. Es importante no interrumpir el tratamiento antes de tiempo, incluso si los síntomas han mejorado.
Aunque la azitromicina es efectiva en el tratamiento de infecciones bacterianas, como cualquier medicamento tiene ciertas contraindicaciones y efectos secundarios.
Las personas con alergia a la azitromicina o cualquier otro antibiótico no deben tomar este medicamento. Además, se debe tener precaución en pacientes con problemas hepáticos o renales, enfermedades cardiovasculares, miastenia gravis (enfermedad que provoca debilidad y fatiga graves) o arritmias.
Como en el caso de todos los antibióticos, es importante señalar que no se deben tomar a libre demanda, mucho menos cuando no se ha consultado con un médico que determine que la infección —si es que existe— es causada por bacterias.
Según la Sociedad Española de Quimioterapia, automedicarse con azitromicina puede ser peligroso, ya que puede enmascarar infecciones bacterianas más graves, así como causar efectos secundarios no deseados.
Además, la automedicación puede contribuir a la resistencia a los antimicrobianos y hacer que el tratamiento sea menos efectivo en el futuro, que es uno de los mayores problemas de salud pública que enfrenta la humanidad a día de hoy.
REDACCIÓN ALCANCE DIGITAL
EL TIEMPO
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