A pesar de no tener huesos, el pene es un órgano que se puede fracturar cuando está erecto. Como señala la Clínica Mayo, si bien los casos son muy raros, la lesión debe tratarse adecuadamente con profesionales para evitar daños permanentes y complicaciones graves en el futuro. Esta lesión tiene una sintomatología que permite identificarla y a la que hay que prestarle debida atención.
¿Qué es una fractura de pene?
Una fractura de pene ocurre cuando se rompe una envoltura fibrosa contenida dentro de este órgano llamada túnica albugínea, la cual permite el estiramiento y fortalecimiento de la erección. Si bien esta envoltura fibrosa es bastante fuerte y flexible, puede desgarrarse con un golpe fuerte o una súbita dobladura del órgano.
Un estudio médico realizado por dos universidades de Brazil en 2014 encontró en su muestra que la penetración en relaciones heterosexuales fue la causa más frecuente de fractura (66,7 %), seguida de la manipulación del pene (14,3 %) y la penetración en relaciones homosexuales (9,5 %). El mismo estudio indicó que las posiciones sexuales en las que más ocurre esta ruptura son aquellas en las que la pareja sexual está ubicada arriba del pene y también en la postura de cuatro o doggy style.
También se ha identificado que casos en Medio Oriente, especialmente en Irán, suceden por una práctica cultural denominada taqaandan en la que la parte superior de un pene erecto se dobla con fuerza para desvanecer una erección en una situación indeseada.
¿Cómo sé si me fracture el pene?
Con el desgarramiento de la túnica albugínea el pene suele abultarse y toma un color morado, y los síntomas que aparecen incluyen:
• Un crujido fuerte, que es el sonido de la ruptura de esta envoltura fibrosa.
• Dolor e hinchazón peniano inmediato.
• Dificultad para mantener una erección o pérdida de ella, debido al daño en el tejido eréctil del pene.
• Formación de una curvatura visible en el pene con rasgos anormales.
• Sangre en la orina o el semen.
¿Qué hacer si me sucede esto?
Esta lesión requiere de atención médica urgente y se debe dejar en manos de especialistas. Se logra diagnosticar con un examen físico y en algunas ocasiones particulares son necesarias pruebas adicionales, como imágenes por resonancia magnética (IRM) o ultrasonido. Por lo general, el tratamiento consiste en intervención quirúrgica para reparar el tejido afectado y drenar los hematomas (acumulación de sangre generalmente coagulada). Un estudio realizado en Ghana en 2010 encontró en su respectiva muestra que dicha intervención tiene una tasa de éxito de 92%.